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Gabriel Antonio Menéndez Reyes

La Editorial Club del Libro y la Distribuidora de Libros Yucatecos

Edgar A. Santiago Pacheco

Publicado

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Hace algunas décadas, andando por las librerías de viejo era común toparse con ciertos libros que según el avispado vendedor, valían oro por tratarse de obras publicadas por la Editorial Club del Libro. Pocas veces estuvieron al alcance de mi bolsillo, pero me quedó en la memoria el valor de estos textos, ignorando en aquellos momentos si en verdad su precio era el que me cobraban, o era yo víctima novel de los comerciantes de tan noble producto. Creo que más de una vez fui esquilmado, pero gracias a eso aprendí a reconocer el valor de esos antiguos tomos arrumbados y cubiertos de polvo que pueden enaltecer a una buena biblioteca.

Aprendí que el libro tiene diversos valores, y supe que puede cambiar conforme al momento y el entorno en que la obra es requerida. Comprendí que las obras impresas tienen valores de uso asociados a su contenido y otros relacionados con su costo como objeto material, donde la antigüedad, el material del que está hecho etc., asignan valor agregado.

Retomando el tema de la Editorial Club del Libro, debemos tener presente que el modelo editorial que conocemos hoy en día, no era el mismo que existía a finales del siglo XIX y principios del XX. La edición de textos a finales del siglo XIX mostraba la dinámica de editores libreros y empresarios editoriales, que podemos ver extendida hasta la primera década del siglo XX, y posteriormente el modelo comercial librería-editorial que dominaría el mercado.

En Yucatán se puede seguir de cerca la labor de editores que desempeñaron el papel de verdaderos agentes culturales, lectores privilegiados que empeñaron sus esfuerzos en impulsar la producción bibliográfica y participaron en los mercados letrados. Si bien en un momento es fácil seguir a los editores y sus empresas editoriales, véase el caso de Humberto Lara y Lara y su editorial Zamna, en otros es más público el sello editorial que el personaje que lo guía. Y en tiempos más alejados del presente, la labor de los sujetos como agentes culturales en el área de las artes gráficas ocupaba el lugar de la empresa. 

Si bien podemos decir de manera general que el Editor es responsable de la publicación y el Impresor dueño de la imprenta, el Tipógrafo es el especialista en el armado del texto- en la ordenación de tipos -letras- y elementos decorativos de la página a imprimir. Podemos apreciar en la práctica que aunque en el proceso editorial pueden aparecer como distintas las personas antes señaladas, también era común en las pequeñas empresas, y en ciertos momentos históricos, que las funciones se imbriquen en una persona principal.

Llegados a este punto queremos dejar constancia de la gran labor realizada por Gabriel Antonio Menéndez Reyes, al frente de la Editorial Yucatanense Club del Libro (1948-1954) que daba como dirección la calle 59 no.445 del centro de la ciudad de Mérida, asociada a laCompañía Linotipográfica Peninsular. Su primera publicación, El convento de monjas, de J. Baltazar Pérez salió a la luz en 1948, y logró editar cerca de 40 títulos. El último del que tenemos noticias es la Breve historia de Cozumel, de Gonzalo de Jesús Rosado Iturralde. En principio, Menéndez Reyes utilizó el título de Editorial Club del Libro al cual le anexo posteriormente -alrededor de 1950- el término Yucatanense. Su colección de textos del mismo nombre se suspendió por la disolución de la Compañía Linotipográfica Peninsular en 1954.

Según argumentaba en la solapa del primer número de la colección, se proponía popularizar las gemas de la literatura vernácula, desestimadas por las nuevas generaciones. Por literatura vernácula, aclaraba, se refería no exclusivamente a la novela yucateca, “sino a la literatura regional de nuestros Estados de Campeche, Chiapas y Tabasco… lo que le hemos dado en llamar el Sur de México; sin excluir, no obstante, otras obras de carácter nacional, continental o universal, cuya publicación sea factible”. Sin duda alguna Gabriel Antonio Menéndez Reye alcanzó sus propósitos, ya que lo títulos que puso en circulación siguen siendo de obligada consulta.  

Aun cuando editó sus libros con números correlativos, dividió su publicación en series, y varias veces salían números adelantados. La última serie fue la cuarta, donde anunciaba que cubriría con ella los volúmenes 37 al 48. El volumen 37 correspondió a la segunda edición de Campeche es mi Sevilla de José Esquivel Pren (1952). La primera serie abarcó 11 obras, la segunda 12 y la tercera 13. En enero de 1952 anunciaba que en el transcurso de 40 meses había logrado “dar a la estampa nada menos que 35 valiosos tomos, principalmente de autores yucatecos, desconocidos casi totalmente de las generaciones coetáneas”. Menéndez Reyes fue un empresario editorial muy activo e importante en la región peninsular, y debe recordarse como un logro de alcance geográfico y cultural el Directorio General de la Península y la ciudad de Guatemala de 1950, agotado por completo a los pocos días de salir a la luz.

Como mención complementaria, porque es un hecho que produjo cierta confusión, precisaremos que entre 1970 y 1981 la Distribuidora de Libros Yucatecos reeditó algunos títulos publicados por el Club del Libro, por ejemplo las novelas de José Baltazar Pérez, El convento de monjas (1970), La venganza de X’-Zacil que editó en 1970 y reimprimió en 1981 y Ocho años entre salvajes 1970 y 1980.Este fue un esfuerzo de Gabriel Antonio Menéndez González, 22 años después del cierre de la empresa editorial liderada por su padre. Las oficinas de la Distribuidora de Libros Yucatecos  se ubicaban en la calle 49 No.502-A de Mérida, y aunque sus frutos fueron pocos, el empeño bibliográfico de Menéndez González logró poner en circulación reediciones de obras notables de la literatura yucateca.

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