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Pasión por el lenguaje

El adolescente no adolece

Idalia Cabrera

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Seguramente muchos hemos escuchado decir algo como: “La construcción adolece de armonía” o “Esta política adolece de respaldo legal”. Sin embargo, no por frecuente, este uso de la palabra adolecer deja de ser incorrecto.

También se ha asociado el significado de adolescente con adolecer, cuando realmente no existe conexión entre las dos palabras. Para ganar claridad en cuanto a estos vocablos y su significado, veamos:

  • Un adolescente es una persona que se encuentra en el período vital comprendido entre el inicio de la pubertad y el inicio de la edad adulta.
  • Adolecer es “caer enfermo o padecer alguna enfermedad habitual” o “tener o padecer algún defecto”, como se puede apreciar en los siguientes ejemplos: “El joven adolece de hepatitis” y “La anciana adolece de hipertensión”.

 Por otra parte, los verbos adolecer y carecer no tienen el mismo significado y no son equivalentes, por más que su uso lo pueda sugerir: adolecer es “padecer”, “enfermar”; mientras que carecer equivale a “no tener”.

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Abrir, simplemente

Idalia Cabrera

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Hay palabras que se ponen de moda y, aunque sean malsonantes, hablantes de determinados medios insisten en usarlas. Es el caso del verbo aperturar, que según  dicta la RAE se forma a partir del sustantivo apertura y se emplea como acción y resultado de abrir. Sin embargo, la norma culta lo rechaza.

Este verbo es frecuente en el sector bancario para referirse a la iniciación de una cuenta: aperturar una cuenta bancaria. Y se ha extendido a otras áreas; por ejemplo: aperturar un evento científico,  el curso escolar, un salón de belleza. Como sinónimos en estos casos de inaugurar, abrir.

Recientemente leyendo un tabloide informativo sobre las etapas de recuperación post Covid-19, encontré algo inusitado: la palabra derivada de ese verbo con un prefijo, reaperturar.

Es difícil comprender por qué un concepto que puede expresarse con una palabra breve (abrir) se intenta codificar en algo más complejo e ineficiente por extensión y abigarramiento. Probemos su conjugación:

Yo aperturo / tú aperturas / él apertura / nosotros aperturamos / vosotros aperturáis / ellos ellas aperturan

También existe el sustantivo abertura, que no debe confundirse con este verbo porque no en todos los contextos es intercambiable. No es posible decir había una apertura en la pared, sino había una abertura en la pared, o sea hueco, hendidura.

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¿Ambos o los dos? escoge

Idalia Cabrera

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Quizás alguien alguna vez por jocosidad se le ocurrió utilizar la formula ambos dos, para significar que quería las dos cosas que le ofrecían. Al parecer eso gustó y en estos momentos es muy recurrente. Según el Diccionario Etimológico, la palabra ambos (el uno y el otro) viene del latín ambo. Esta palabra se vincula con la raíz indoeuropea *ambho-(ambos) presente en la palabra anfótero. El latín ha eliminado los duales, y sólo quedan dos formas fósiles que conservan la marca de dual: una es el pronombre ambo y otra es el numeral duo (dos).

Ambos/ambas significa exactamente los dos, de manera que es una redundancia utilizar” ambos dos”.

Por si lo anterior fuera poco, se escucha decir a algunos “ambamente los dos”. En tal caso, además de ser una redundancia es un disparate pues ambos a pesar de ser un adjetivo no acepta la terminación “mente” para formar adverbio. Por otra parte no debe ir nunca precedido de artículo. “Los ambos libros”,” las ambas flores.”

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¿Sendos o grandes?

Idalia Cabrera

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Jóvenes y quienes no lo son tanto suelen decir: Mi vecino tiene sendos perros, intentando indicar que son grandes. Es difícil de comprender debido a que sendo significa, según la RAE, uno cada uno, o uno para cada uno de dos o más personas o cosas.

Ejemplos:

  • Llevemos sendas maletas (una tú y una yo). Una cada uno.
  • El anfitrión trajo sendas copas de vino (una para ti y otra para ti, una para cada uno).
  • El director repartió sendas invitaciones en el grupo (una para cada uno de dos o más personas).

Lo correcto sería decir mi vecino tiene dos perros grandes o dos perros enormes.

¿Su de quién?

Con el pronombre posesivo su en ocasiones existe riesgo anfibológico. O sea, un doble sentido de lo que se expresa.

Al decir Luis se encontró con Jorge en su casa de la playa, cuesta discernir de quién es la casa. Puede ser de uno o de otro. Otro ejemplo: Alejo Carpentier se reunió con Lezama Lima en su despacho.

En tales situaciones es aconsejable elaborar la oración en otro orden sintáctico: Luis, en su casa en la playa, se encontró con Jorge. De este modo queda claro a quién pertenece la casa. Alejo Carpentier se reunió en su despacho con Lezama Lima, porque el despacho era del primero.

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