Madre América: Brasil
La insólita revuelta de la marinería brasileña en 1910

Publicado
hace 3 añosen

La sublevación de los marinos negros y mulatos tuvo lugar en Brasil durante la República Velha (1889-1930), una época caracterizada por las pugnas entre la reacción monárquica, los jefes militares artífices del derrocamiento del emperador Pedro II y las distintas fuerzas republicanas. Al margen de los agudos conflictos políticos estallaban por todas partes protestas campesinas y las primeras luchas obreras, que recogían las reivindicaciones del pueblo brasileño.
Pero el empobrecido sertao y los centros fabriles no fueron los únicos lugares donde se manifestó la efervescencia social durante aquella república de “café con leche”, como también se le conoció, pues el descontento alcanzó hasta las propias fuerzas armadas. Ejemplo de ello fue la singular rebelión de los marinos en la bahía de Guanabara, todos negros y mulatos, obligados a servir en la armada en condiciones de verdaderos esclavos, mediante una especie de leva que databa de la época imperial, pese a que la abominable institución había sido abolida doce años atrás. El detonante de la revolta da chivata, o revuelta del latigazo en español, fue el brutal castigo recibido por el marinero negro Marcelino Menezes, a quien se le dieron más de doscientos azotes por una indisciplina.
La noche del 22 de noviembre de 1910 los marinos se apoderaron por la fuerza de cuatro barcos de guerra surtos en la bahía de Guanabara, tras someter a la oficialidad blanca y eliminar todo conato de resistencia. Al frente del movimiento sobresalió un joven marino hijo de esclavos, nombrado Joao Candido Felisberto, al que la prensa calificó, por su habilidad al mando del moderno acorazado Minas Geraes, recién adquirido en Inglaterra, como “el almirante negro”. La poderosa flotilla, enarbolando banderas rojas, se movió por toda la bahía y amenazó con bombardear el Palacio del Catete y otras instalaciones gubernamentales en Rio de Janeiro si no eran aceptadas sus modestas demandas: eliminación de los castigos corporales, aumento de sueldo, mejor alimentación y creación de un sistema de instrucción adecuado para ellos en la armada. En su ultimátum al presidente, mariscal Hermes da Fonseca, escribieron “Los marineros, ciudadanos brasileños y republicanos, no pudiendo soportar más la esclavitud en la Marina brasileña, la protección que la Patria no nos da, rompemos el negro velo que nos cubría ante los ojos del patriótico y engañado pueblo. Estando todos los barcos en nuestro poder, manteniendo a bordo prisioneros a todos los oficiales, que han sido los causantes de que la Marina brasileña no sea tan grandiosa, mandamos este mensaje a Su Excelencia [que …] tiene plazo de doce horas para enviarnos una respuesta satisfactoria, so pena de ver a la patria aniquilada. Firmado: Los marineros”.
El gobierno y la alta oficialidad aristocrática de la armada se sintieron humillados, pero no tenían posibilidad de atacar a los barcos rebeldes, que eran vitoreados desde la costa por la población humilde de Río de Janeiro. Sin alternativa, el 26 de noviembre el congreso amnistió a los marinos sublevados y fueron suprimidos los castigos corporales. Aplacado el movimiento, las autoridades se valieron de diferentes subterfugios legales para incumplir sus promesas y arrestar después a dos decenas de marinos.
Los rumores sobre nuevas detenciones despertaron de nuevo la intranquilidad en la armada. El 9 de diciembre los marinos se volvieron a insurreccionar, pero en esta oportunidad el movimiento fracasó y los rebeldes se rindieron bajo el fuego del ejército y una parte de la propia escuadra. Muchos participantes murieron o fueron fusilados, mientras los prisioneros eran enviados a realizar trabajos forzados en plantaciones insalubres de caucho en el Acre o en la construcción del ferrocarril Madeira-Mamoré. Por su parte, Joao Candido, fue expulsado de la marina y encerrado en abril de 1911 en una mazmorra de la IIha das Cabras. Liberado en noviembre de 1912, pasó muchas necesidades y sólo consiguió trabajo de estibador y luego vendió pescado en un mercado de Rio de Janeiro
La fecha del alzamiento naval de los marinos negros y mulatos se conmemora en Brasil, desde el 22 de noviembre de 2003, como Día de la Ciudadanía y de la Lucha contra la Discriminación. Cinco años después, el presidente Luis Inacio da Silva (Lula) inauguró en Rio de Janeiro una estatua del marino João Cândido (1880-1969), líder de la llamada “Revolta da Chibata” y promulgó una ley de amnistía póstuma para el jefe de ese movimiento y sus participantes, a pesar de la resistencia del alto mando de la armada brasileña.

Sesenta años se cumplen del gobierno sietemesino de Janio da Silva Quadros (1917-1992) en Brasil, a quien pocos recuerdan hoy. Había ganado de manera espectacular las elecciones presidenciales brasileñas del 3 de octubre de 1960 con un gran apoyo popular, gracias a su peculiar estilo y carisma. La estrella de Quadros había comenzado a rutilar al obtener el puesto de prefecto de Sao Paulo (1952), un año después la gobernación del estado y en 1958 una banca en el Congreso Federal.
La clave de su arrollador éxito estaba en el descontento de los trabajadores y las capas medias poco politizadas, a las que Quadros prometía la revolución del tostao (centavo) contra el millón. A conformar esa imagen renovadora contribuyó su visita a Cuba en marzo de 1960, donde el año anterior había triunfado la revolución dirigida por el Comandante Fidel Castro y por la que mostró simpatías. Pero el programa de Quadros no era de transformaciones radicales, sino de ambiguos preceptos moralistas, la lucha contra la corrupción –su símbolo era una escoba- y la especulación, males que se proponía erradicar con un plan de austeridad económica y buenos consejos. Lanzado a la contienda electoral por el pequeño Partido Trabalhista Nacional (PTN) y apoyado por otras agrupaciones de centro y derecha, Quadros logró una victoria aplastante con el 48% de los sufragios sobre su más cercano rival, el mariscal Texeira Lott, que se quedó con sólo el 28% de los votos.
Desde que ocupó la presidencia el 31 de enero de 1961, la política de Quadros se caracterizó por sus contradicciones, sobre todo entre sus posiciones internacionales progresistas y su negativa política interna. Esta última iba encaminada a saldar la agobiante deuda externa con medidas como la libertad cambiaria y el fin de los subsidios a la importación de combustible, papel y trigo. También se eliminaron los créditos gubernamentales a las empresas privadas y los controles salariales, que provocaron una drástica reducción del poder de compra del cruceiro. Si bien estas medidas lograron satisfacer ciertas exigencias del sector agroexportador y de los acreedores internacionales, fueron nefastas para los trabajadores y pequeños empresarios, afectados por los controles salariales implantados por Quadros y la elevación desmedida de los precios de los alimentos básicos y el transporte público.
La otra cara de su gobierno era su política internacional, enfilada a fortalecer el papel mundial de Brasil y la apertura de nuevos mercados. El objetivo era formar un bloque de países latinoamericanos fuera de la tradicional dependencia de los Estados Unidos, lo que explica su interés en restablecer los vínculos con la Unión Soviética, las misiones comerciales enviadas a los países socialistas y a las recién independizadas naciones de África. Inscrita en esa política soberana, Quadros condenó resueltamente la intervención de Estados Unidos contra Cuba en los días de la invasión de bahía de Cochinos y condecoró en Brasilia, el 19 de agosto de 1961, con la orden Cruzeiro do Sul, al comandante Ernesto Che Guevara.
Alarmado por lo que consideraba la inclinación izquierdista del gobierno de Quadros, cinco días después, el reaccionario gobernador de Guanabara, Carlos Lacerda, al servició de la ultraderecha, el alto mando militar y los propios Estados Unidos, acusó al presidente de tramar un autogolpe de estado. Para sorpresa de todos, a la mañana siguiente Quadros renunció, argumentando que cedía “vencido por la reacción” y debido a la presión de “fuerzas terribles”. La inexplicable decisión presidencial sólo suscitó aisladas huelgas y esporádicas protestas públicas, así como un ataque a la embajada norteamericana, siendo sustituido por su vicepresidente Joao Goulart, que se encontraba de visita oficial en la República Popular China, en medio de intensas presiones del ejército y otras fuerzas políticas anticomunistas para impedirlo. Pero esa es ya otra historia.
Madre América: Brasil
El obligado regreso del emperador portugués

Publicado
hace 3 añosen
abril 20, 2021
El 26 de abril de 1821 el emperador de Portugal, Juan VI, fue forzado a retornar a Lisboa, lo que puede considerarse el inicio de la independencia de Brasil. Había llegado a Rio de Janeiro en 1808 con toda su corte, más de tres mil personas, cuando era sólo regente, pues su madre la reina María estaba desquiciada. La precipitada salida de Portugal de la familia de los Bragança, a fines de noviembre del año anterior, protegida por la flota de Inglaterra, tenía por objetivo escapar de las tropas napoleónicas que avanzaban sobre toda la península ibérica.
La presencia de la monarquía portuguesa convirtió de facto a Brasil en un estado independiente, para satisfacción de las elites criollas. De repente, Rio de Janeiro se convirtió en la sede de ministerios, secretarías, tribunales y diversas oficinas públicas. El 16 de diciembre de 1815, muerta su madre, el regente fue coronado como emperador, con el nombre de Juan VI, del recién creado Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve.
Pero la rebelión militar de Oporto del 2 de agosto de 1820 cortó el idilio de la elite brasileña y los Bragança. El triunfo del movimiento liberal en Portugal estaba dirigido a forzar la retirada de las fuerzas militares británicas que todavía ocupaban el país y a reformar su anticuado sistema socioeconómico. Si por su contenido nacional, anti feudal y anti clerical, la sublevación lusitana tenía un signo positivo, lo contrario sucedía con su proyección hacia su valiosa posesión americana, a la que pretendía volver a someter. La apertura de los puertos brasileños al comercio libre había sido un duro golpe al comercio Portugal que desencadenó una profunda crisis económica en la antigua metrópoli. Incluso las autoridades de Lisboa habían escrito a Juan VI sobre la penosa situación existente: “Dígnese Vuestra Majestad tomar en consideración que… a Brasil se va anualmente una porción muy considerable de las rentas de este reino…que aquí en la circulación interior hace falta y nos va empobreciendo continuamente.”
La efervescencia política estimulada en la América portuguesa por la sublevación de Oporto provocó el derrumbe de los gobiernos locales en las provincias brasileñas, como en Pará y Bahía, sustituidos por juntas, encargadas de implantar el poder constitucional y enviar representantes a las Cortes. El 17 de febrero de 1821 el movimiento liberal repercutió en Río de Janeiro y obligó al monarca a aceptar el nuevo régimen, reorganizar su gabinete y jurar la constitución que entonces se elaboraba en la metrópoli.
Para el restablecimiento del poder metropolitano a plenitud, los Bragança debían regresar a Lisboa. Con el traslado se recuperaría la preeminencia portuguesa sobre el Imperio y se detendría la creciente brasileñización de la monarquía. La fuerte presión de los liberales lusitanos, que controlaban al ejercito tanto en Portugal como en Brasil, obligó a Juan VI a retornar a su patria el 26 de abril de 1821, aunque el 9 de enero del año siguiente, Pedro, el hijo del monarca de 23 años, desconocido como príncipe-regente por las Cortes, se negó a hacer lo mismo.
Ante las persistentes amenazas de los liberales lusitanos para obligarlo a repatriarse, el heredero al trono portugués estuvo dispuesto a resistir lo que llamó la tiranía de las Cortes de Lisboa, en la que los representantes brasileños apenas constituían un tercio de los diputados. En estas condiciones se forjó la alianza, tejida por el aristócrata paulista José Bonifacio Andrade y Silva, de los ricos plantadores, ganaderos, dueños de minas y comerciantes criollos de Rio de Janeiro, Sao Paulo, Minas Geraes y Rio Grande do Sul, con la burocracia, la nobleza y los comerciantes portugueses no monopolistas radicados en Brasil.
El temor a perder su autonomía, el libre comercio, la trata e incluso la integridad de Brasil, llevó a la aristocracia brasileña a romper con la metrópoli, para evitar el estallido de una rebelión de esclavos y una fragmentación similar a la que ocurría en la América Española. La propia elite sería la encargada de suministrar los recursos financieros y las fuerzas militares a Pedro de Bragança para que permaneciera en el país, resistiera a los liberales portugueses y declarara la independencia al año siguiente.
Madre América: Brasil
Duras críticas al gobierno de Brasil por ineficiente manejo de la crisis sanitaria que atraviesa el país

Publicado
hace 3 añosen
marzo 29, 2021
Sumario: Dice experta norteamericana que Brasil es el ejemplo de todo lo que podía salir mal en una pandemia. Estadísticas oficiales indican unos 300 mil muertos por el Covid-19. Importante encuesta señalan al presidente Bolsonaro como el principal culpable de la crisis que atraviesa el país. Según la Fundación Oswaldo Cruz, el gigante suramericano “vive el mayor colapso sanitario y hospitalario de su historia”.
Las protestas y las críticas crecen en Brasil por el ineficiente manejo por parte del gobierno de Bolsonaro de la crisis sanitaria en el país causada por la pandemia del COVID-19, que ha elevado incesantemente el número de muertos y contagios por el SARS-CoV-2 y que ha colapsado los sistemas de salud. El gigante suramericano es actualmente el epicentro global de la enfermedad.
Sólo superado por Estados Unidos, Brasil es el segundo país en el mundo más afectado en términos absolutos por la pandemia. Estadísticas oficiales indican que rebasa los 12 millones de personas contagiadas y más de 300 mil muertos. Los últimos días han batido record de fallecidos. Las Unidades de Cuidados Intensivos de la mayoría de los estados han sobrepasado su capacidad.
Una encuesta reciente dada a conocer por el Instituto Datafolja registra que más de la mitad de los brasileños califican de mala y muy mala la gestión del gobierno para frenar la pandemia y, sobre todo, por la ineficacia del presidente Jair Bolsonaro, cuya popularidad ha bajado al 20 %. Según dicho estudio la mayoría de los encuestados estiman que el gobernante es el principal culpable de la crisis que padece el país y que ha mostrado no sólo ineficiencia en el manejo de la situación, sino también falta de sensibilidad y una “imitación” vergonzosa de la manera en que lo hacía Donald Trump.
Para la Fundación Oswaldo Cruz, una prestigiosa institución científica de investigación y desarrollo en ciencias biológicas, de Rio de Janeiro, “Brasil vive el mayor colapso sanitario y hospitalario de su historia” y pidió al Gobierno ocuparse con seriedad del problema y endurecer las medidas para frenar los contagios.
Las críticas al gobierno de Bolsonaro no sólo provienen de adentro. Figuras importantes del mundo científico llaman la atención en el mismo sentido sobre lo que está sucediendo en Brasil. Así, por ejemplo, se ha pronunciado Denise Garrett, epidemióloga que trabajó durante más de 20 años en el Centro para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del Departamento de Salud de Estados Unidos. La doctora Garrett, que es ahora vicepresidenta del Instituto de Vacunas Sabin de Washington, crudamente afirmó en una entrevista a la BBC que “Brasil es el ejemplo de todo lo que podía salir mal en una pandemia. En ese país, sus dirigentes, además de no implementar medidas de control, minaron las medidas necesarias para evitar la diseminación de la enfermedad como la distancia social, el uso de mascarillas y otros. Como resultado se ha convertido en una amenaza global.”.
Los expertos consideran que Brasil atraviesa el peor momento de la pandemia.