El año 2020, de los más terribles para el país ha concluido. A casi dos
meses de las elecciones coloniales todavía no existe la convicción de un
proceso justo y limpio. Aún así, entra en funciones
el nuevo gobierno, si es que se le puede llamar así a la continuación que veremos, y seguiremos contando
votos, porque no todo está aclarado. Lo que un día se le llamó la vitrina de la
democracia, en antítesis a las dictaduras que dominaban en Latinoamérica con el
beneplácito de Estados Unidos, tampoco lo ha sido, porque, en principio, somos
una colonia y; segundo, tenemos un gobierno representativo, que no es lo mismo
que democracia en sí. Es hoy un entuerto que nadie
entiende y cuya desconfianza ha llegado a niveles inimaginables e insostenibles.
Nuestra “gloriosa”
colonia representativa está hoy más descompuesta que nunca.
Desde que en este país, bochornosamente, las opiniones
de los jueces del máximo foro judicial van acompañadas de estribillos y enlaces
de “youtubers” y los ciudadanos se lanzan como almas rabiosas contra los que defienden su derecho a un
proceso inmaculado y justo, sólo nos queda reconocer que estamos cautivos, como
en la caverna de Platón, esclavizados por nuestra mente y nuestros reflejos delirantes
de una libertad que no existe, porque es una nota musical tan alta en el himno,
que se toca al son de quien mejor pague. La vergüenza encarnada de un país cuya
institución judicial más importante, su Tribunal Supremo, se presta para la bravuconería
y la burla, es el acabose donde de los jueces hacen coro con las
irregularidades y la chabacanería que lidera el país.
De seguro muchos diferirán, es normal. Es de lo poco que nos queda de una verdadera democracia: la posibilidad de ser escuchados. Sí, porque la oportunidad es sólo para unos cuantos, sobre todo, para aquellos quienes son producto de las corrompidas estructuras partidistas que gobiernan. Nos hemos vuelto judíos en el Caribe: dando vueltas por más de cuarenta años en el mismo sitio y salvando a Barrabás cada cuatrienio electoral, para luego culpar al destino. Eso hace la cueva que hemos preferido. Hacernos en ocasiones los ciegos tiene su premio, sino ya habríamos comenzado a actuar diferente.
Pero esa diferencia de acción parece asomarse,
lentamente, como un letargo del que se despierta, con dolor y desesperación. Si
bien es cierto que el Poder Ejecutivo ha caído en las manos de un hombre
conservador e ideas neoliberales peligrosas que en 2019 el Tribunal Supremo
destituyó al considerar su primera jura inconstitucional, Pedro Pierluisi
Urritia, lo cierto es que se presta a gobernar con un Poder Legislativo diverso
donde no posee mayoría ni en Cámara ni Senado. Los nuevos Cuerpos serán los más
diversos en la historia del país con cinco delegaciones legislativas distintas,
de los cinco partidos presentados a estas elecciones. Además, Pierluisi Urritia
gobernará con el “honor”, para el
Partido Nuevo
Progresista, de ser el mandatario electo con menos apoyo en las urnas, con
apenas un 33%, o sea, dos terceras partes del país en contra. La debilidad
parlamentaria del nuevo mandatario es tal que, solo cuenta con 10 Senadores y
21 Representantes, lejos de los 14 y 26 que necesita en cada cámara legislativa
para controlarlas, respectivamente. Eso
ha llevado a que el Partido Popular Democrático, de oposición, controle la
Cámara de Representantes, al tener una mayoría simple de 26 miembros, recordado
el cuatrienio de 2004-2008, cuando los populares controlaban el Ejecutivo, pero
no el Legislativo.
Sin embargo, el verdadero escenario político recae este cuatrienio en el Alto Cuerpo o Senado, donde ningún partido tiene mayoría para controlar este cuerpo legislativo de 27 miembros. Para ser mayoría, esta cámara requiere 14 delegados de un mismo partido y el Popular Democrático es quien mas se acerca, con apenas 12. Esto platea un difícil escenario e inédito en el país, pues será posiblemente este cuerpo, el muro de contención contra las políticas avasalladoras y draconianas de la derecha neoliberal del país. El Senado presenta cinco delegaciones y un senador independiente, lo que platea u pulso de constante negociación, sobre todo en las nominaciones del Ejecutivo que requieren el consentimiento del Cuerpo.
No hay duda de
que el sueño de vitrina democrática se ha roto. Ahora es cuestión de saber si con
la diversidad parlamentaria se puede comenzar a restaurar lo que queda de ella,
para que, como país, dejemos de dar vueltas en el desierto, condenemos de una
vez a Barrabás y salgamos de esa cueva que os tiene arrastrados y sumidos en el
más profundo oscurantismo.
La nueva Legislatura Colonial ha comenzado sus funciones, y con ello, el
beneplácito, sin duda alguna, de que la composición mayoritaria del Senado,
compuesto por 27 miembros, es de catorce mujeres puertorriqueñas. Un paso
valiente e histórico que ha dado lugar a otro hecho igualmente celebrado: la
Comisión de Asuntos de la Mujer en este cuerpo legislativo estará compuesta
exclusivamente por mujeres, aunque esta decisión es debatible. Se avanza, sin
embargo, habrá que ver si será suficiente.
Aunque la alegría arrope a ciertos movimientos sociales del país y otros se sientan amenazados, el verdadero impacto de esta victoria electoral de las mujeres está por verse. El hecho de que las mujeres dominen la Cámara Alta, no es, lamentablemente, una garantía, y mucho menos un indicio, de que Puerto Rico avanzará en las causas y derechos de igualdad para la mujer. Hemos sido gobernados por mujeres y grandes lideresas le han dado la batalla a un sistema desigual, pero igualmente por otras que han sido cómplices del patriarcado enfermizo e intolerable que ciega vidas y sueños. De las primeras, tenemos hoy en la Asamblea damas de la talla de Mariana Nogales, María de Lourdes Santiago y Ana Irma Rivera Lassén. Mujeres de academia y calle, mujeres que no se limitan en su deber, sino que lanzan a favor de los desprotegidos y los oprimidos del sistema. Mujeres cuya sabiduría y academia van en pos del país y sus intereses, aún en el fragor de la lucha, como las protestas del Verano del 19. Del otro, damas de interpretación cerrada, fundamentalismos severos y alineados con el poder, como la ex mandataria Wanda Vázquez, quien en su momento fue Procuradora de la Mujer, pero cuya gestión fue de dudoso alcance y eficacia. O la ex senadora Nayda Venegas, derrotada en los pasados comicios, quien se caracterizó por defender y apoyar las posturas del ex presidente estadounidense, Donald Trump, a pesar de los desplantes y humillaciones de este hacia la isla y ser ella una mujer negra.
A pesar de lo que mujeres como las primeras puedan aportar en beneficio
del país y la lucha femenina, no es sólo en el elemento femenino donde debe
residir la esperanza, sino en la capacidad de liberar sus mentes de las
ataduras sociales que siglos de colonialismo y eurocentrismo nos han impuesto.
De nada vale ser una mujer empoderada que ocupa posiciones de Estado, cuando su
mente es presa del sistema y solo reproduce los males de la inequidad, la
desigualdad y el patriarcado tóxico. Como profesor en múltiples escenarios educativos
y contextos, he sido testigo de la lucha por romper las cadenas sociales de la
mediocridad e inferioridad, que son fuertísimas, porque en ocasiones, quienes
las sufren, las justifican e incluso romantizan. Es por ello el ideario
novelesco de los culebrones donde la protagonista sufre capítulos interminables
y todo “vale la pena”, haciendo del
dolor un elemento indispensable para el triunfo, no así con el esfuerzo. Es así
como las mujeres, desde su inconsciente, reproducen patrones peligrosos e
incluso, ante la ausencia de una figura masculina en el hogar.
Requerimos mujeres que se paren en la brecha y que se atrevan a romper los estereotipos y no a sostenerlos. No hacen falta mujeres que se vuelvan verdugos de sus congéneres, sino ilustradoras de un camino de posibilidades, progreso, igualdad y triunfos. Las senadoras que ahora comienzan a andar en ese hemiciclo, desde las conservadoras, hasta las progresistas, tienen la oportunidad única de forjar un país más justo, pero solo el tiempo dirá cual es el verdadero valor de esta Cámara de Mujer. El género no garantiza el cambio, el diálogo, el conocimiento y una mente abierta, sí. El país y las mujeres puertorriqueñas les estarán mirando fijamente para evaluar su proceder. No se admite nada por debajo de lo que se aspira en el siglo XXI. Es momento de hacer sentir orgullosas a todas aquellas mujeres que han luchado y dieron hasta la vida para que a ustedes, mujeres, se les pueda llamar Honorables Senadoras.
Las últimas tres semanas en Puerto Rico, desde la celebración de las Elecciones
Generales, han sido días que no sorprenden. Lo que ha ocurrido respecto al
proceso electoral, sin duda es crónica de un desastre anunciado, tras el horror
que se vivió en el proceso primarista donde, tras una desorganización sin
precedentes en la gestión electoral, se obligó a suspender el proceso y a
continuarlo una semana después, algo nunca antes visto. Muchos dijeron, por
activo o pasivo, del posible desastre electoral, pero las ansias de poder y
falta de escrúpulos, disfrazada de ley y orden, llevaron a la Comisión Estatal
de Elecciones al desastre que es hoy. Sobre todo, tras la ebriedad de poder que
llevó a la gobernadora no electa, Wanda Vázquez Garced, a firmar una nueva Ley
Electoral que trastocaría el sistema y los balances que siempre se han
mantenido con el acuerdo de todos los partidos políticos. Peor aún, por el
hecho de que esta ley se firmó meses ates de las elecciones y cambió incluso
hasta las definiciones e interpretaciones de las maneras de votar, limitado la
intención del elector, que es en quien debe residir la voluntad. Con todo ello,
eso, en este momento, por grave que parezca, es lo menos preocupante y
sorprendente de este proceso.
Lo más pasmante es la cantidad de ciudadanos ardidos con que se cuestionen los resultados y las maneras en que reaccionan otros partidos, en especial el Movimiento Victoria Ciudadana, secundado en algunos aspectos por el Partido Independentista Puertorriqueño y el Partido Popular Democrático por como se ha realizado todo este proceso. En un país donde apenas vota poco más de un millón de personas, los resultados se hacen de rogar y a tres semanas, aún no hay candidatos certificados para ejercer a partir del 2 de enero de 2021, que es cuando debe ocurrir el cambio de gobierno. Las irregularidades son la orden del día y lo que alguna vez llamaron la vitrina de la democracia en el Caribe, hoy se desmorona a toda prisa.
Pero, si no se cuestionan las maneras, ¿para qué la libertad y la democracia?
Si no se cuestionan las decisiones, ¿no es acaso una dictadura? Las cuentas de
la Comisión Estatal de Elecciones no cuadran a u nivel más que preocupante, es
un hecho. Los votos que depositaron cientos de miles de puertorriqueños no
están en orden e incumplen con los protocolos. ¿Eso es tan difícil entender? ¿O
es que 500 años de saqueo colonial nos hace dejar que nos roben hasta el
aliento? Estamos hablando de un proceso electoral en el que después de la noche
de las elecciones, han aparecido casi 200 maletines con miles de votos que no
han sido contabilizados, a pesar de que la comisión certificó haber contabilizado
el 100%. Como si eso ya no fuese inaceptable, han aparecido papeletas fuera de
sus respectivos colegios e incluso municipios. Peor aún, se ha encontrado ya evidencia
de votos dobles, o sea, ciudadanos que votaron en uno de los mecanismos de voto
adelantado provistos por ley y luego, como si nada, se presentaron el día de la
elección a ejercer el voto nuevamente. Estas son cuestiones serias que no sólo
ponen en duda el sistema, sino la validez misma del proceso. ¿Cuántos
ciudadanos emitieron el voto doble por error o de manera intencional? Ya hay
maletines que no cuadran por números peligrosos. Un ejemplo ocurre, según se informa,
en el pueblo de San Sebastián, donde en el proceso de voto adelantado, se aprobaron
apenas 955 votos bajo ese mecanismo, sin embargo, en el maletín en cuestión, se
registran más de 1,400 votos. ¿Cómo es esto posible? ¿Ha sido esto una simple
negligencia?
Por esto y otras situaciones es que se levanta una duda tan vehemente.
¿Cuál es el problema con cuestionarlo todo? No es ser mal perdedor, es perder
con las cuentas claras. Claridad que o está ocurriendo y que la institución
electoral está alimentando y protegiendo. Si no le place el cuestionar, tiene
usted un problema con la libertad y la democracia que dice anhelar. Resulta
hipócrita que se defienda el resultado, pero que no se defienda y se exija que
se aclaren las dudas que se ciernen sobre el proceso. Ya lo dice el gran escritor
nacional, Luis Rafael Sánchez, en su aclamada pieza teatral La pasión según Antígona Pérez: “En América,
la milicia es la carrera que encumbra”. Parecemos volvernos exactamente
eso, una masa obediente, que no piensa, pero que acata. Y tiene sentido, pues
es así como se hace riqueza política en este país colonizado: obedeciendo a
ciegas, sin cuestionar, haciendo arrullos a los cantos de sirena y verdades sin
pruebas, como Creón y su comparsa. Parecemos arquitectos de nuestra propia
destrucción, antítesis total de la Antígona nuestra que América y el mundo
aclama.
Mientras el mundo vivía desbocado a la espera de los resultados de lo
que podría pasar en los Estados Unidos, en Puerto Rico se miraba con igual
intensidad el proceso electoral que ocurría en el país. Aunque los
puertorriqueños no tienen derecho a votar por el presidente o congresistas,
iban a las urnas a elegir a los líderes
que administrarían la colonia por los próximos cuatro años. En un sólo día se
renovaría la gobernación, la comisaría federal, las cámaras legislativas y las
78 municipalidades de la isla. Más de dos millones de ciudadanos eran llamados
a las urnas para renovar dos de los poderes constitucionales en uno de los
climas políticos más tensos, marcados por el desgaste económico, el aumento de
la pobreza, los estragos de los desastres naturales del huracán María en 2017 y
los terremotos de enero del 2020. A ello se añade, el deterioro institucional
de los partidos tradicionales cuya base se ha desgastado elección tras
elección, al igual que la tasa participativa de ciudadanos que se involucran en
el proceso. Los resultados son toda una paleta de análisis como nunca antes.
El primer punto imposible de ignorar es el desgaste participativo que ha
venido sufriendo el país. Mientras el proceso electoral llegó a registrar una
participación de hasta 88%, desde las elecciones del 2000, que dieron comienzo
al nuevo siglo, la participación ha ido registrado una continua baja que bien
puede deberse a dos factores fundamentales: la fuerte migración a los Estados
Unidos y la apatía hacia los políticos y sus instituciones. En cada cuatrienio
la participación es menor, acabando de registrar un histórico 52%, lo que llevó
a la isla de sobre dos millones de votantes a apenas un millón doscientos mil.
Como si ese dato no fuera revelador, el bipartidismo tradicional, ejercicio por
el Popular Democrático y Nuevo Progresista, se desploma a niveles históricos
otra vez. Mientras los populares supieron por décadas sostenerse en el
monopolio del poder, en este último ejercicio electoral apenas sobrepasaron los
385,000 votos, cuando supieron ganar elecciones por sobre 975,00 votos. Por su
parte, el Nuevo Progresista, que revalida ya en el gobierno colonial con un
primer caso de corrupción sin haber juramentado el cargo todavía, llega a un
desplome histórico de votantes tras rebasar el techo de los 400,000 votos, lo
que significa un gran desinfle a un partido que supo ganar elecciones con más
de un millón de votos.
Este varapalo electoral, se cimenta en las nuevas alterativas electorales
que se presentaron al país: Movimiento Victoria Ciudadana y Proyecto Dignidad,
además de un histórico apoyo al Partido Independentista Puertorriqueño, el cual
obtuvo casi u 14% de los votos emitidos, una gesta magnífica respecto a una
institución que se encontraba rezagada en los últimos 20 años. La irrupción de
estos proyectos políticos no sólo contribuyó a un mayor desarraigo y desafección
hacia los partidos tradicionales, sino que alteró la composición habitual del
gobierno, en especial las Cámaras Legislativas. En esa línea, el Poder
Ejecutivo y Legislativo no son del mismo
partido y este último presenta las Cámaras políticamente más diversas en la
historia del país. La amalgama representativa es tal que, por ejemplo, el
Senado, compuesto por 27 miembros, con mayoría en 14, se compone de la
siguiente manera: Popular Democrático 13, Nuevo Progresista 9, Victoria
Ciudadana 2, Partido Independentista 1, Proyecto Dignidad 1 y un senador
independiente, o sea, si partido político. Su contraparte, la Cámara de
Representantes, compuesta por 51 miembros, habrá de constituirse de la
siguiente forma: Popular Democrático 26, Nuevo Progresista 21, Victoria
Ciudadana 2, Partido Independentista 1 y Proyecto Dignidad 1. Por primera vez en
más de 60 años, los partidos se tendrán que sentar a negociar, escucharse y
dialogar, sin la posibilidad de imponerse sobre las minorías., pues estas
juegan ahora un papel importante en la toma de decisiones.
Aún así, el panorama político del país no está del todo definido ante
las irregularidades que se presentan en el proceso. Ha sido sumamente
sospechoso que la Comisión Estatal de Elecciones haya presentado los resultados
del 95% de los Colegios Electorales la misma noche del evento. Sin embargo, ha
demorado cinco días para presentar al país el restante de los colegios. La
situación es especialmente pasmosa en el Distrito Senatorial de San Juan, donde
los votos a la alcaldía y la plaza legislativa del Distrito Representativo 3 no
han podido ser determinados y sus candidatos por Victoria Ciudadana aún se encuentran
en contienda esperando el escrutinio general. Sobre todo porque se ha reportado
cientos de incidencias donde no aparecen votos dados a candidatos que los
ciudadanos han juramentado que le votaron y su voto no aparece registrado en el
colegio correspondiente.
Queda por verse lo que sucederá y aunque el bipartidismo ganó de manera
débil y paupérrima, lo cierto es que el país se abrió a una nueva pluralidad de
voces que confrontan los poderosos discursos tradicionales que se habían
sostenido por décadas. El electorado está trasformando la manera de construir
el país, falta ver si los líderes electos se hacen eco de ello.