En
el verano de 1911, el joven profesor Bartolomé García Correa, un afromestizo de
clase media, natural del pueblo de Umán, tomó una decisión de gran importancia:
a pesar de proceder de una familia acomodada y más bien conservadora, estimó
que los tiempos del cambio habían llegado, y se unió al triunfante tren de la
Revolución Mexicana, representado en Yucatán en aquel entonces por José María
Pino Suárez. Pronto sus dotes personales y sus recursos económicos lo
convirtieron en uno de los principales líderes de Umán, una localidad situada a
una decena de kilómetros de la ciudad de Mérida, y en cuya jurisdicción se
ubicaban varias de las haciendas henequeneras más importantesde la
entidad. Poco a poco su nombre comenzó a sonar, y su participación en el triunfo
de Pino Suárez sobre el candidato conservador Delio Moreno Cantón fue notable.
García Correa comenzó a manejar en su discurso político dos construcciones que
nada tenían que ver con la realidad: se presentaba como maderista de los
primeros tiempos, así como descendiente -y por tanto representante- de
campesinos mayas. Pero la ocurrente habla yucateca, nutrida por el maya y el
castellano, desde un principio rechazó su pretendido origen indígena y lo
identificó con el sobrenombre de Boxpato, es decir, pato negro,
en alusión al color de su piel y a su característica forma de caminar.
Así,
desde el principio de su carrera política, Boxpato combinó dos
características que rara vez se conjuntan: el atrevimiento y la inteligencia.
Su discurso atrevido, al proclamarse sin bases como opositor al porfirismo, le
valió notoriedad; pero, cuando la caída y asesinatos de Madero y Pino Suárez,
su inteligencia lo llevó a hacerse ojo de hormiga, sobreviviendo en este
ostracismo voluntario la negra noche de los 500 días del dominio de los
golpistas. Muy oportunamente, García Correa regresó a la vida pública en la
primavera de 1915, uniéndose desde los primeros días al régimen de Salvador
Alvarado.
Don
Salvador fue un hombre de notable inteligencia y gran perseverancia, pero no
demasiada intuición. De este modo, la afilada retórica de Boxpato sedujo
a Alvarado, quien lo nombró agente de propaganda en Umán, encargado de
proclamar las nuevas leyes y la justicia revolucionaria, precisamente en
algunas de las haciendas henequeras más grandes, productivas y explotadoras. De
acuerdo con testimonios orales, García Correa aprovechó perfectamente la
oportunidad que le brindó Alvarado, y estableció alianzas de facto con
algunos de los hacendados más poderosos de la región. Haciendo de nuevo gala de
su oportunismo, para 1917 Boxpato entendió que el hombre del futuro era
Felipe Carrillo Puerto, y se unió a los esfuerzos del motuleño por construir un
partido político de raigambre campesina, maya y popular, que impulsara desde
las bases la transformación revolucionaria de Yucatán.
Felipe,
como en todos los casos, aceptó la alianza, si bien hay claras evidencias de
que nunca confió en el umanense, pero ciertamente nunca lo bloqueó, y Boxpato
fue ganando poder y ampliando sus recursos económicos en el período 1918-1923,
volviendo a hacerse ojo de hormiga, probablemente con el apoyo de sus
amigos hacendados, cuando el zamarripazo de 1919, la violenta represión
ordenada por Carranza contra el socialismo yucateco. Mientras Felipe y sus más
cercanos colaboradores tuvieron que huir para salvar la vida, García Correa se
refugió en el monte, sin que nadie lo buscara o persiguiera, pese a ser ya uno
de los líderes más prominentes del Partido Socialista.
Boxpato
repitió el truco en diciembre de 1923, cuando el golpe de estado delahuertista
y el asesinato de Felipe y algunos de sus más cercanos colaboradores. Y
volvería a salir de su escondite muy a tiempo para alzarle el brazo al
gobernador interino José María Iturralde Traconis, pese a ser rivales en el
interior del partido. En aquella coyuntura, estableció una relación directa y
muy fructífera con Plutarco Elías Calles, quien a partir de diciembre de 1924
se convertiría en el presidente de la república. Bartolomé se convirtió
entonces en el líder principal del Partido Socialista del Sureste, y en esa
posición, en vez de reclamar para sí el gobierno del estado, nuevamente mostró
su sabiduría política al aceptar -algunos piensan que incluso él le sugirió a
Calles el nombre que de todas maneras tenía en mente- la candidatura de Álvaro
Torre Díaz, un conservador, muy católico y muy amigo de los hacendados y, por
supuesto, de don Plutarco, el jefe del país.
El
cuatrienio de Torre Díaz fue en extremo complicado: por un lado, el conflicto
religioso conocido como La Cristiada había estallado en gran parte de
México, y estaba latente en Yucatán; por otro lado, los hacendados
henequeneros, afectados por una grave crisis y la competencia internacional,
también presionaban por apoyos económicos, el cese del control gubernamental de
las exportaciones de fibra y el fin de la Reforma Agraria, que Carrillo Puerto
había impulsado en Yucatán como ningún otro gobernante en el resto del país. En
ese contexto, García Correa fue el hombre que contuvo las presiones populares
ante la crisis, negoció con los hacendados y maquilló con sus discursos la
extinción de la entrega de tierras. El conflicto religioso, por otra parte, fue
gestionado en la región con pinzas y nunca estalló, siendo Yucatán una zona
atípica en la que ni el gobierno persiguió con dureza las expresiones privadas
del culto, ni los católicos militantes realizaron auténticas acciones de
oposición al gobierno.
En
este sentido, cuando el país se sacudió con el asesinato del presidente electo
Álvaro Obregón, Boxpato, al que Calles ya había hecho Senador de la
República, se convirtió en uno de los líderes convocados para enfrentar la
crisis política. La solución, sugerida por Calles y admitida por los líderes
regionales fue la fundación del Partido Único. El joven profesor de Umán, que
en el verano de 1911 había apostado por una Revolución entonces naciente, había
triunfado sin ninguna duda, y se sentaba en la mesa de los más poderosos. Sólo
unos meses después del nacimiento formal del Partido, García Correa renunciaba
al Senado para aceptar la candidatura al gobierno de Yucatán. Su atrevimiento e
inteligencia le habían permitido llegar a la cúspide. ¿Cómo se comportó estando
ahí? Será el tema de la próxima introspección…