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Ecos de una epidemia en Mérida

Voces de Santa Catarina

Miguel II Hernández Madero

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Caminamos por las calles, nos detenemos en algún parque o disfrutamos de la tranquilidad de algunos rincones de la ciudad, sin saber si nos observan o nos acompañan entes intangibles atrapados por el sufrimiento del pasado.

Hacia el poniente del centro de Mérida hasta hace poco menos de dos siglos, había un pueblo llamado Santa Catarina, habitado por mestizos e indígenas, siguiendo la tradición colonial de que en los barrios de la ciudad habitaran los descendientes de los colonos españoles o la gente “blanca” y sus servidores.

Santa Catarina era el primer pueblo camino al puerto de Sisal, era un poblado agrícola, que surtía de productos a la cercana ciudad, sus habitantes pasaron de súbditos del virreinato a ciudadanos, sin darse cuenta y sin notar cambio alguno en sus condiciones de vida. Eran pobres durante la Colonia, siguieron siendo pobres durante el Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide y ya con la República continuaron con la pobreza.

A principios de la década de los treinta del siglo XIX, en Santa Catarina hubo una epidemia de cólera que afectó a casi toda la población del pueblo. Su cercanía con Mérida, el que fuera uno de los pueblos que surtían a la ciudad de hortalizas y otros productos, crecía el peligro de que la enfermedad se extendiera y las víctimas aumentaran mucho más. El entonces gobernador de la provincia, Antonio López de Santa Anna dispuso una solución feroz: Santa Catarina desapareció tras arder toda una noche en 1833.

El resplandor de las llamas se notaba en el horizonte al poniente de Mérida, lo insuficientemente lejos como para no escuchar el lamento de los habitantes del pueblo al ver que se consumían sus casas, sus sueños y sus vidas.

A Santa Catarina la purificó el fuego. Las casas fueron quemadas con los cuerpos de las víctimas adentro y, muchos aseguraron durante años, que hubo a quienes quemaron aún con vida, para borrar todo rastro de la enfermedad.

Del pueblo sólo quedaron cenizas y el recuerdo que se fue perdiendo con los años. Pero nadie volvió a habitar el lugar que durante décadas quedó como un territorio abandonado y llano antes de entrar a la capital.

Fue durante el porfiriato cuando tomó nueva vida. Ahí se construyeron edificios y hasta un parque, que fueron inaugurados por el mismo Porfirio Díaz en 1906, cuanto todo recuerdo había sido borrado y casi nadie, como hasta ahora, sabía lo que pasó ahí.

Pero aún dicen algunas personas que en los edificios y en el parque, a veces se oyen voces, o se ven cosas extrañas, quizás sean las voces de los Santa Catarina, quizás sean las almas de quienes se consumieron ahí sin haber alcanzado la paz.

¿Cuáles son estos lugares? Se preguntarán algunos. Los conocemos todos los meridanos y los yucatecos alguna vez los hemos oído mencionar, sin imaginar que pasó ahí. Recorrer el Parque Zoológico del Centenario es una tradición, la Ex penitenciaría Benito Juárez ha sido sede de escuelas y dependencias gubernamentales, la Facultad de Odontología, el Hospital Militar y el Instituto Neuropsiquiátrico, así como la actual sede del Centro Estatal de Bellas Artes, se levantan donde antes estuvo Santa Catarina.

Pero lo que inauguró el Gral. Porfirio Díaz en febrero de 1906 fueron la Penitenciaría, el Zoológico y el Asilo Leandro León Ayala, este último es actual del Centro Estatal de Bellas Artes. Tanto en el ex penal, como en el ex asilo (ahora Bellas Artes) hay quienes aseguran haber visto figuras que desaparecen, escuchados ruidos provenientes de la nada, o llegar a lugares que les inspira miedo, sintiéndose observados.

Tanto el asilo, como el penal, fueron lugares donde también hubo sufrimiento. Si ahora se dan esas manifestaciones, cuando baja el bullicio citadino, ¿cómo habrá sido cuando recién fueron inaugurado? Ambos fueron sitios de dolor, de sufrimiento y con muertes registradas ¿será que también vagan esas almas en pena por esos lugares?

¿Y el zoológico? Bueno, cuando baja el movimiento y todo queda en silencio, los testigos son los animales y esos, no hablan. Los trabajadores nocturnos del Centenario cuentan que a veces tienen miedo al pasar por ciertas zonas, pero lo atribuyen a la presencia de los animales. No saben nada de Santa Catarina, cuya memoria se ha perdido en el tiempo.

Así  es que no se extrañe si en esa zona se siente observado o ve algo inusual. Recuerde que está pisando el escenario de una tragedia, donde hubo mucho sufrimiento y mejor siéntase privilegiado, porque está escuchando voces del pasado: está escuchando las voces de Santa Catarina.

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