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Arte y ciencia

Cuatro librerías Meridanas en 1912

Edgar A. Santiago Pacheco

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En el acucioso folleto de Víctor Suárez Molina, Los libreros de Mérida en el siglo XIX y algunos más del siglo XX, editado por la Universidad de Yucatán en 1977, nos encontramos una valiosa guía para ir espulgando el mundo de la circulación de los libros en Yucatán. Libreros, imprentas, editores, librerías aparecen en sus 30 páginas en afable diálogo con variados títulos de obras que se posicionaban bajo la mirada de inquietos lectores, buscadores de nuevos conocimientos, de aventuras en selvas y mares, de guerras lejanas, de historias del pasado o de apasionados romances.

No queremos ir tan lejos como el historiador/comerciante, quien expuso sus ideas sobre el tema en la Semana de la Literatura Yucateca el 2 de marzo de 1977. Nuestra intención es más simple: mostrar la existencia a partir de cierto momento de la historia comercial del libro, de entidades cuya labor principal era el comercio de este producto y que hicieron de esa labor durante muchos años el centro de su interés.

Pues a nuestro ver llegaron a ser referentes del desarrollo cultural de una sociedad, base del crecimiento intelectual de ciertos grupos, vía de entrada de ideas de vanguardia a una colectividad y en general motores que impulsaron la economía, pero también el avance de las sociedades. Las librerías eran-tengo mis dudas de qué tanto lo son ahora- marcadores culturales para conocer las características del consumo de información.

Si aceptamos que el consumo de letras es una actividad que requiere de un lector, pero también de un lugar que haga accesible el producto, veremos la importancia de estas notas orientadas a visibilizar ciertos establecimientos que convirtieron la venta de libros en la primera década del siglo XX en su actividad comercial primordial, sólo posible por la alta demanda de este objeto cultural entre la sociedad lectora de Yucatán.

Impresores, editores, tipógrafos, y vendedores eran figuras que se superponían en los primeros siglos de la vida independiente, las empresas dedicadas a la venta de libros como actividad principal bajo el modelo comercial librería/editorial empezaría a dominar el mercado hasta la segunda década del siglo XX. A finales del XIX la edición de textos mostraba la dinámica de editores libreros y empresarios editoriales, que podemos ver extendida hasta la primera década del XX.

El comercio del libro siguió diversas rutas de acuerdo a momentos y circunstancias particulares, desde los mostradores de las tiendas que lo vendían como uno más de sus productos, junto con telas, perfumes, semillas, herramientas, medicinas, refacciones, muebles, equipo de cocina; como parte de una labor donde la impresión era la parte central y no su venta al público; como una actividad laboral personal que llevaba al vendedor a recorrer casa por casa acercando ese objeto cultural a sus potenciales lectores, hasta el establecimiento especializado en su comercio.

En el mes de enero de 1912, en plena lucha revolucionaria, podemos ver en el número 1 del Órgano del Instituto Literario del Estado la poco conocida revista mensual de pedagogía y letras, titulada La Educación, cuatro anuncios –los únicos- que ocupan un lugar privilegiado en la revista, primera y segunda página y pasta trasera. Publicación que no está de más decir, concentraba a un grupo de personajes dominantes en la educación de gran peso en el panorama intelectual y con estrechas relaciones con el poder político, por lo que entendemos que anunciarse en sus páginas insinuaba visibilidad, prestigio, capacidad económica y relaciones.

En sus hojas encontramos el anuncio, en primer lugar, de la Librería Yucateca, que se presentaba como La más antigua y acreditada Librería Yucateca y encuadernación de Gustavo Díaz, promocionando ampliamente la venta de papelería y artículos de oficina. En relación a la venta de libros expresaba que: “Esta Casa se hace cargo de toda clase de pedidos a México, al precio que marquen los Catálogos” y su ubicación en ese lejano 1912 era contigua al Instituto Literario del Estado –hoy UADY-Calle 60 o de Progreso, núm.493.

Esta librería –haciendo eco a Suárez Molina- se había establecido en 1881, en los bajos de la casa de don José Rendón en la Plaza Grande y cuatro años más tarde se instaló en el lugar que cita su propaganda, ofreciendo en su momento de mayor apogeo numerosas obras históricas y de literatura. En sus últimos años se especializó en libros de texto y material escolar para sus vecinos estudiantes del Instituto Literario y de otros colegios.

Toca turno a la Librería Espinosa, casa fundada en 1829, que para los albores del siglo XX todavía conservaba fuerte empuje comercial, en su publicidad informaba que “este antiguo establecimiento se encuentra constantemente el surtido más completo en Libros de texto, Libros de religión católica, Libros de lectura amena, además de un inmenso surtido de tarjetas postales todas morales y de fantasía”. Signaba su dirección en la Calle del Comercio o sea 65 entre la 56 y 58.

Fue esta librería la que editó desde 1828 el afamado Calendario Espinosa de amplia circulación en el sureste, y con el tiempo, al entrar en decadencia la actividad libreril, en palabras de Suárez Molina, ya entrado el siglo XX, buscando su sobrevivencia, se dedicó también al ramo de “papelería, perfumería, novedades para obsequio, remedios y píldoras, tónicos y depurativos y tuvo además durante un tiempo, un departamento de semillas de hortaliza.” 

La otra gran anunciante era la Librería Peninsular de Piña hermanos, que se promocionaba como sucesores de Galo Fernández, señalaba la calle 60, bajos del Gran Hotel como su dirección, y anunciaba la “existencia en gran escala, de: Libros de texto, libros para premios, libros de religión (…)” y demás artículos de oficina, además especificaba su “especialidad en obras de consulta para los señores profesores” haciendo gala de su capacidad de proveedor internacional, pues concluía el anuncio señalando que “nos encargamos de pedir cualquier libro que se desee, a cualquier casa editorial del mundo”.

La ultima librería que se anunciaba en la revista mencionada, era La Literaria, con cinco años de establecida en 1912, que sobrevivió hasta mediados de la década de los noventa del siglo XX, anunciada como librería y papelería y que uno años después incursionó con éxito en el rubro de juguetería y novedades. Era la única de las anunciantes que junto con su dirección c.63 no. 492ª, hacía público su teléfono de tan sólo dos dígitos, el 79. En el texto promocional detallaba que vendía un “Constante y variado surtido de obras notables de Pedagogía, Historia, Geografía, Ciencias, Literatura, Derecho, Medicina, Novelas, &&. [así como un] Inmenso surtido de obras escolares adoptadas por el H. Consejo de Instrucción y material escolar en general”.

Ratificaba su capacidad de mantener actualizados a sus clientes y responder a sus demandas, pues cerraba su oferta haciendo público que “Esta casa es la más importante del Estado y la que recibe las últimas novedades, tanto del país como las editadas en el Extranjero. Vendemos al por mayor y menor”, garantizándolo su dueño don Francisco Fontboté Guinjoán.

Suárez Molina escribe de ella que, “por el año de 1921 trajo don Francisco Fontboté a su sobrino Ramón Massó Fontboté, lo asoció a su empresa y quedó este último al frente de ella en 1925 al fallecer el fundador”. En 1977 estaba al frente su hijo Ramón Massó Rodríguez, que incorporó el giro de agencia de viajes, la conocida “Cubamex”.

Sin duda hay mucho más que escribir sobre estas librerías y otras que poblaron el panorama mercantil del libro en Yucatán, pero sirva este acercamiento para comprender su importancia en la formación de generaciones de lectores durante la mayor parte del siglo XX.

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El enorme reto de un espacio cultural

Ariel Avilés Marín

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El profesor Ariel Avilés Marín, una de las plumas más lúcidas de Yucatán, y amigo de toda la vida, desde los días iniciales de la benemérita Escuela Modelo, hasta el presente convulso y turbio, como activos martianos con quien me une la vocación docente, las letras, la pasión y el entusiasmo por la música, y el amor por México y Cuba, nos honró con la escritura de la última página de  Informe Fracto, que a partir del día de hoy domingo 3 de octubre de 2021, entra en receso después de casi tres años de haber abierto una ventana al pensamiento, a la cultura y a la información libres, sin cortapisas de ninguna clase, ponderando siempre el respeto a la diferencia y tratando de dar voz al otro, a los innominados y en general a todos los que no han querido guardar silencio ante el mundo desigual que amenaza ya con la extinción de la especie. En otro momento nos reuniremos de nuevo, mientras tanto, sigamos pensando que venceremos.

Carlos Bojórquez Urzaiz 

Luchar por la cultura, es una batalla titánica y muchas veces poco recompensada. Abrir brecha por la cultura, implica una labor dura y desigual, y sostener esa lucha exige la más de las veces la difícil cualidad de hacer verdaderos milagros. Esta lucha es igual de dura en el campo del teatro, de la música y, prácticamente en todo el campo de las artes. Tal parece que las musas son veleidosas e ingratas con quienes buscan sus favores, y que, tocar las mieles del triunfo está reservado a unos cuantos, y no siempre a los más meritorios. En este campo, la lucha por la labor editorial, es una de las más complicadas y cuyos frutos pocas veces logran trascender y menos redituar a quien pone en juego todas sus energías y afanes. La experiencia de crear y sostener una revista, con fines culturales es una empresa titánica y que, definitivamente reditúa, reditúa en planos de un orden estrictamente moral, anímico, de la más amplia realización personal, y eso, no tiene comparación alguna en la vida de las almas sensibles y generosas.

En la historia de las letras yucatecas, revistas memorables han dejado su huella luminosa. Esfinge, Platero, Voces Verdes, son nombres que se deben evocar con un reconocimiento para todas las mujeres y los hombres generosos que las hicieron posibles. En el campo del periodismo estudiantil, en la Escuela Modelo, también ha habido recordadas revistas, desde El Diminuto, en 1916, pasando por El Modelista, El Vocero Modelista, hasta llegar a la revista Blanco y Azul; así que no es de extrañar que un modelista como Carlos Bojórquez Urzaiz haya emprendido una aventura con la publicación y permanencia de la revista Informe Fracto.

Informe Fracto, ha dejado en su breve vida una huella que marca primicias en el periodismo cultural y de opinión. Una revista plural como pocas ha habido. Diversa e incluyente, que no ha rehuido a tema alguno que sus plumas han querido abordar, cada uno desde su trinchera de lucha. Desde sus columnas, ha tenido cabida la denuncia, la crítica afilada y aguda, la lucha a brazo partido por los Derechos Humanos. Creemos que, no hay pluma que haya dejado correr su tinta por sus columnas, que se haya sentido defraudada o sesgada por una línea sugerida y mucho menos impuesta. En sus páginas, se respiraba una libertad sin cortapisa alguna. Y todo esto, créanmelo, vale su peso en oro, y pocas veces se da, así con esta plenitud.

La fuerza de la situación económica es muy fuerte, sostener un proyecto como este no es cosa fácil, y termina naufragando, a pesar de sus logros periodísticos y literarios, porque la frase de Quevedo sigue teniendo una tremenda vigencia: “Poderoso caballero es don dinero”; y cuando éste falta, el casco de la nave hace agua y se va a pique sin remedio, con todo y su precioso cargamento de cultura. Así de fría y brutal es la realidad económica.

Nos duele profundamente que este día, 3 de octubre de 2021, sea el último que vea la luz esta memorable revista. Le decimos adiós con una tristeza profunda. Pero sin perder la esperanza de que, en un futuro, este gran proyecto pueda ser rescatado. En muchas revistas ha habido primera y segunda épocas. Deseamos profundamente que así suceda con Informe Fracto. Mientras tanto, el decimos con el alma en la mano: ¡Hasta luego! Mérida, Yuc., a 3 de octubre de 2021.

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Arte y ciencia

El periodismo necesario

Joed Amílcar Peña Alcocer

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La construcción de la opinión pública informada es uno de los grandes retos de la sociedad de la información y el conocimiento, y como es de imaginar, la prensa juega un papel importante en este proceso.

Yucatán atraviesa por una compleja situación, la pandemia agudizó la presencia de información falsa, manipulada y poco confiable. En estas condiciones, no es de extrañar que la toma de decisiones sea complicada y que el ejercicio de los derechos no sea pleno, por lo que la ciudadanía navega sin rumbo en el turbio mar de la información. Este contexto, en apariencia desalentador, puede ser superado por el trabajo de los medios de comunicación que, a través de un accionar ético y responsable pueden erigirse en herramientas que nos permitan orientarnos en estas aguas peligrosas. Eso ha sido Informe Fracto.

Los tres años de existencia de este medio de comunicación han demostrado cómo el periodismo digital puede y debe perseguir dos cosas: ética informativa y calidad de contenido. Durante la pandemia Informe Fracto fue uno de los pocos medios que suscribieron declaraciones puntuales sobre la responsabilidad de los medios de comunicación ante la emergencia por la Covid-19, mostró una clara inclinación por dar visibilidad a grupos que normalmente fueron marginados del espacio de la opinión pública, supo hacer uso del lenguaje como una forma de equilibrar el perverso juego de la desigualdad y reunió para ello a un nutrido grupo de profesionales e intelectuales.

Las páginas digitales de Informe Fracto serán recordadas como uno de los foros de opinión más importantes del espacio digital, donde convivieron algunas de las plumas más apreciadas del campo cultural yucateco. Este espacio digital mostró al periodismo regional los nuevos rostros y perfiles del periodista necesario.

No quepa duda que algún historiador ya ha tomado registro de esta publicación, por lo que su permanencia en la historia de la prensa regional esta asegurada. No se puede ocultar que éste, el medio más crítico de los últimos años, muchas veces fue a contracorriente del discurso periodístico yucateco y con ello sentó un precedente de independencia y libertad para cada uno de sus colaboradores. No se ejerció la libertad de opinión sin reflexión, no se busco ir a contracorriente sin un objetivo, por el contrario, la prioridad fue brindar certeza al lector.

Hace ya casi un año, por la generosidad de Carlos Bojórquez Urzaiz, recibí la invitación para hacer de Informe Fracto un espacio para mis ideas y reflexiones. Posiblemente no correspondí con la constancia debida, por ello valoro más la disposición permanente y entusiasta que siempre mostraron los editores al recibir mis colaboraciones.

La escritura y la reflexión nos llevan siempre por rumbos que se cruzan. Queda la memoria, queda la historia y el respeto a los valores del periodismo necesario.

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Notas al margen

Perspectiva y constancia de lo escrito

Manuel Tejada Loría

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Pero seré fiel a la divisa
de no escribir nunca una mentira.

Fidel Castro

La experiencia de lo digital ha sido una incitación y, sobre todo, una suerte de esperanza de que la cultura escrita todavía es constancia, y para algunos, destino. Informe Fracto es prueba de que el periodismo puede hacerse desde un discurso más humano y justo, que la escritura de la nota roja puede ir más allá de la estulticia, y que la perspectiva de género es un imperativo que debe permear las redacciones y nuestras relaciones humanas. No se puede desligar la vida diaria del periodismo responsable, de la editorial crítica. No podemos relegar la comprensión del presente a momentos fugaces en cualquier red social, o bien, a impulsos atrabancados de mentira, ego, verborrea y ripio.

Ha sido otro el latir de Informe Fracto. Seguramente otro el motivo de cada colaboradora y colaborador de este proyecto editorial en internet que, sin anuncios y propaganda, bregó por un mar embravecido de crisis pandémica, económica y globalización.

Aún y con todo, queda en la virtualidad, inequívoca constancia de lo escrito, seguro de que la reflexión, esa sí, persistirá en el día a día de quienes confluimos en este espacio diverso.

De manera personal, agradezco y reconozco desde estas líneas, la encomiable labor de Carlos Bojórquez Urzaiz, Rocío Valencia y Lilia Balam para que Informe Fracto navegara sublime. Fueron, sin duda, el viento a favor.

Para mi fue vivificante volver a escribir Notas al margen después de una lamentable y forzada pausa. Y, además, escribirla para un medio digital como Informe Fracto. No sólo fue un puntual recordatorio de la vocación, sino confirmar que este mundo se enfrenta desde nuevas trincheras con palabras, ideas y acciones.

Reencontrar al profesor de universidad, ahora como editor de una revista digital, fue del mismo modo muy grato, aunque no sorpresivo. La esencia del doctor Carlos Bojórquez Urzaiz gira siempre en torno a las ideas, el conocimiento y la creatividad. Es una dicha poder encontrar a un interlocutor como él, y por supuesto, el alto valor de su amistad.  Por eso tengo la certeza de que una próxima aurora marcará no uno, sino nuevos rumbos.

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