A propósito de las
vacunas, otra vez. Al momento de escribir esta columna se habían aplicado más
de un millón 800 mil en todo el país, la mayor parte de ellas, 860 mil, de Astra Zéneca, se destinaron a personas
de la tercera edad. En el municipio de Ecatepec, Estado de México, donde
actualmente se registra el mayor número de contagios, se aplicarán 200 mil de
la china CoronaVac.
Además, 464 mil de
los más de 665 mil trabajadores de la salud, es decir 70 por ciento, recibieron
ya la segunda dosis de Pfizer-BionTech.
Son tantas las
versiones, las especificaciones para su conservación, su origen, el lugar donde
se envasan, el precio por unidad, el tiempo que debe pasar entre la primera y
la segunda aplicación para y hasta las reacciones adversas que resulta confuso
distinguir cuál es cuál.
Un hecho es
indudable: en materia de vacunas el acaparamiento de las grandes potencias es
la constante. Podríamos decir que al grito de “sálvese quien pueda”, 10 países se quedan con el 80 por ciento de
la producción. Por ejemplo, Canadá tiene aseguradas más de 9 dosis por cada
habitante, mientras que 100 de los países más pobres no cuentan con una sola.
Si lo redujéramos a
un modelo muy localizado, resultaría absurdo que, en una colonia, dos familias
almacenaran 8 de cada 10 de estos medicamentos, mientras los contagios
continuaran imparables alrededor, especialmente cuando la relación con los
vecinos es inevitable y frecuentemente aparecen nuevas cepas del virus.
Encerrarse en una
casa atiborrada de vacunas, mientras fuera los demás enferman o mueren no
parece una estrategia muy inteligente, porque ni siquiera sabemos si van a ser
útiles en el futuro, frente a una enfermedad que plantea más dudas que
certezas, dado el poco tiempo que lleva entre nosotros.
Aunque casi todos los
días nos enteramos de nuevas versiones, citamos aquí algunas de las que
llegarán a nuestro país: las de origen chino CoronaVac, envasada en Hong Kong, y CanSino, de una sola dosis que cuesta 4 dólares y se envasará en
Querétaro. México contrató 32 y 35 millones de dosis respectivamente, hasta el
momento. Aseguran los fabricantes que su efectividad es mayor al 85 por ciento
en ambos casos.
La rusa Sputnik V, desarrollada por el Centro
Gamayela, se conserva a temperaturas entre 2 y 8 grados. La primera y segunda
aplicaciones tienen diferente fórmula, aunque ambas consisten en fragmentos del
virus atenuado, a fin de que el organismo humano desarrolle anticuerpos para
combatirlo, con un 92 por ciento de eficacia. En algún momento, se criticó que
era la más barata y por eso el gobierno de nuestro país decidió adquirirla,
pero no es así, su precio es de unos 10 dólares.
De la Pfizer, de origen estadounidense y
alemán, aunque se envasa y distribuye desde Bélgica, nuestro país apartó 34.4
millones de unidades, pero la entrega se detuvo por el bloqueo que realizaron
algunos países europeos, para satisfacer su demanda interna primero. Cuesta
19.5 dólares la dosis y promete una protección del 85 por ciento tras la
primera aplicación y hasta 94 por ciento cuatro semanas después de la segunda.
Astra Zéneca, elaborada por la Universidad de Oxford en el Reino Unido, tiene un
costo de entre 3 y 4 dólares, ofrece una efectividad de más del 85 por ciento.
México recibirá la sustancia activa para elaborar y envasar 77.4 millones de
dosis.
Las anteriores son
las marcas que el gobierno mexicano ha contratado hasta el momento; sin
embargo, cada día surgen nuevas marcas: Moderna,
de Estados Unidos, cuya efectividad es de 95 por ciento y debe conservarse a
menos 20 grados, con un costo de 25 dólares la dosis; las autoridades de salud
estadounidenses acaban de autorizar la producción de Johnson y Johnson.
Debo mencionar el
caso de Cuba que, una vez más, demuestra que su apuesta en favor de la salud y
la educación es un gran acierto. Cuenta con 4 prospectos, el más avanzado se
llama Soberana 02, desarrollado por los laboratorios estatales Biocubafarma, que se declaran listos
para producir 100 millones de dosis, casi 10 veces la población de la isla.
Hasta aquí la
información que, en este caso, servirá solamente para saciar nuestra curiosidad
porque, no importa si te repugna la comida china o rechazas todo lo que suene a
gringo o adoras el vodka. En cuanto te convoquen, te apresurarás para llegar a
tiempo, te formarás, esperarás el tiempo necesario y recibirás, agradecido, la
vacuna que te toque, porque significará que esta devastadora experiencia se
acerca a su fin. ¿O me equivoco?