Escena clásica en una preparatoria: primer día de clases, nuevo ciclo
escolar. Nadie conoce a nadie, y en el ambiente se respira nerviosismo,
expectación, emociones diversas, en general agradables. Entran las personas a
su nuevo salón de clase, toman asiento. Ingresa el profesor e inician
presentaciones para comenzar a conocerse, y a iniciar la convivencia que durará
todo un año. Al concluir la participación de un chico, es atentamente observado
por una de sus nuevas compañeras, y al salir al descanso, se atreve a decirle
muy suavemente: “te quiero”. Llevan menos de dos horas de “conocerse”, y hasta
ese momento no habían cruzado palabra alguna…
¿Es eso “amor”?… ¿o será enamoramiento?… ¿o tal vez solamente
atracción y gusto?… ¿o deseo?… ¿O podría ser otra cosa totalmente
distinta?…
Ese suele ser uno de los grandes problemas en materia de sexualidad:
creer unas cosas por otras, confundir, tergiversar, dar por hecho, generalizar,
suponer. Y con el amor y el enamoramiento ha ocurrido infinidad de ocasiones
En modo alguno se trata aquí de hacer “definiciones”, y menos aún para
la palabra “amor”. Querer definir el “amor” es algo, ¿cómo decirlo?, muy
complejo. A lo largo de la Historia se han escrito ríos de tinta que han
ensayado el hacerlo. Los resultados no han sido nunca concluyentes; casi
siempre han sido polémicos y se ha discutido acaloradamente a propósito de lo
dicho. Es un sentimiento humano, claro. Pero qué y cuáles son sus componentes y
los factores que lo influyen: eso es lo realmente embrolloso del asunto. El
enamoramiento es otra cosa. También resulta más fácil de conceptualizar. Es un
“flechazo”, que ocurre “de pronto”. No es consciente. Tampoco es “controlable”.
Se mezclan excitación, deseo, gusto, atracción y ganas inmensas de estar con
una persona específica. Es una fase muy intensa, que tiene grandes cualidades,
y enormes limitantes. Ejemplo de esto último: se idealiza a la persona, y se
“ve” lo que se quiere ver, no lo que necesariamente es. Se le requiere para
poder construir (en su caso) una posterior relación más “sólida”. Hasta Freud
lo reconoció: decía que, sin cierta dosis de idealización, resultaba imposible
llegar a convivir con alguien: un “truco maravilloso” para, a veces, llegar a
algún lado y otras para arribar a ninguna parte.
Aún más: el enamoramiento acaba. No se podría vivir en ese estado en el
largo plazo (por “maravilloso” que pareciera el que pudiera resultar así) ni es
verdad que alguna pareja diga algo así como: “hemos vivido enamorados de forma
ininterrumpida por más de 30 años”. No es verdad. El “amor”, es cierto, puede
durar “más”: ¿toda la vida? ¿Para siempre? No es posible ni objetivo generalizar…
Tres detalles complementarios a lo hasta aquí escrito:
1) Esa frase que dice, “el amor todo lo puede”, hay que matizarla, y
mucho: hay una clasificación de los “estilos individuales de amor” y no, no
todos los tipos o clases de “amor” “lo pueden todo”. Sólo algunos, y sólo en
algunos casos. Y no es lo mismo el “amor” paternal o maternal, que el de
pareja, el de amistad y así sucesivamente.
2) Puede haber enamoramiento sin
amor, y amor sin enamoramiento. Uno no necesariamente lleva al otro, o uno se
deriva “automáticamente” del previo. Es decir: no porque se sienta
enamoramiento entonces eso significa y quiere decir que sí o sí culminará en
amor. La publicidad y los estereotipos dicen que sí. La realidad, que no en
todos los casos.
3) Podría comenzarse a amar a una
persona cuando acabe el proceso de enamoramiento, antes no; antes es otra cosa.
Enamorarse no es amar. Ni son sinónimos, ni necesariamente consecuentes
Reflexión final: “enamorarse es amar las coincidencias; amar es enamorarse de las diferencias” .Jorge Bucay
También te puede interesar: Estilos de Amor de Lee