Cuando
supe la noticia de que Marlén Corrales Morejón estaba laborado en la zona roja de un hospital que
atiende a pacientes positivos al Covid-19 en Pinar del Río, Cuba, me sorprendió. Y no fue porque considerara que
esta joven médico con apenas tres años de graduada no estuviera apta para esa
tarea, sino todo lo contrario, era más bien una especie de grato asombro en
medio de este combate sanitario que aún libra al unísono ese territorio y toda
la Isla.
A
Marlén la conozco desde hace un buen tiempo, cuando los fines de semanas casi
habituales visitaba de niño a mis familiares en un pequeño poblado del
municipio Minas de Matahambre, perteneciente a esa provincia, la más occidental
de Cuba. Es allá precisamente donde están sus raíces y donde atesora como bien
espiritual el amor materno, aunque hoy vive sin agradarle mucho los aires
citadinos en la capital provincial.
Con
estos antecedentes quise conocer un poco más sobre su experiencia de trabajo dentro
de la zona roja, la cual calificó “de muy
enriquecedora y a la vez difícil”. Lo cierto es que su postura valerosa ha
sido también la suerte de muchos galenos en este país que, con tan poco, hacen
del desafío un triunfo para todos.
Como
ella, otros cientos de jóvenes médicos se han sumado a la contingencia sanitaria
desde que se registró el primer caso de Covid-19 a inicios del mes de abril de
2010 en Pinar del Río. Sin embargo muchos nos preguntamos aún cuánto temor
sienten quienes realizan esta altruista labor o cómo manejan su proximidad al
contagio en el vínculo directo con los pacientes positivos.
¿Miedos o retos?
En el
caso específico de Marlén, quien cursa el tercer año en la especialidad de
Medicina Interna, llegar hasta la zona roja fue todo un reto profesional. Un
día mientras trabajaba, le informaron sobre la necesidad de la provincia para
que nuevos galenos se incorporaran rápido a la batalla y no dudó en aceptar,
según cuenta.
Pero
ante los grandes desafíos y esta pandemia lo constituye sin dudas, siempre
puede aflorar algún tipo de miedo. Sin embargo esta joven médico dice no haber
sentido temores, porque, como ella misma refiere: “ya estaba adaptada a trabajar con pacientes posibles Covid-19 en una
sala de respiratorio”. Aunque también reconoce que en ese momento salieron
a flote otro tipo de inseguridades, estas relacionadas a la distancia física y
temporal con su familia, de la que nunca se había separado por tanto tiempo.
La zona roja y sus días
Ya
dentro de la zona roja las exigencias profesionales se redoblan al igual que
las medidas de seguridad. Tal vez por eso el día a día de esta joven pinareña
como los de tantos otros galenos que la acompañaron en la labor fueron en
extremo agotadores y sacrificados.
“Sobre las ocho de la mañana comenzábamos el
trabajo con los pacientes positivos y a la vez que entrabas en esa función no
podías salir más, sobre todo, para cumplir con las lógicas medidas de
protección”, cuenta esta médico egresada de la Facultad de Ciencias Médicas,
Ernesto Che Guevara, en la occidental provincia.
El
seguimiento esmerado a los pacientes es otro de los aspectos importantes para
poder alcanzar una recuperación segura en ellos. Ese espíritu de constancia
siempre primó en Marlén durante los catorce días que estuvo laborando en una de
las salas de alto riesgo con personas positivas que presentaban además algunas
comorbilidades.
“Cada mañana teníamos que tomar los signos
vitales a los pacientes, revisar todos los resultados de sus pruebas médicas y
continuar el seguimiento hasta cerca de las dos de la tarde cuando almorzábamos”, comenta esta gentil muchacha con aires
complacientes.
Pero
las jornadas de trabajos no se completaba sólo en un período matutino, además,
“en la tarde había que continuar informando
las altas médicas a los pacientes y si nos tocaba guardia ese día, debíamos
hacer encuestas a los nuevos ingresos que iban llegando a la institución de
salud”, dice.
Sin
dudas que la exigencia se fue convirtiendo para estos médicos en una rutina que
demandó sacrificio en cada momento. Para Marlén, aparte del racional rigor de
trabajo, lo más importante era establecer ese vínculo recíproco con los
pacientes que tributara a una mejor atención.
Es
por eso que afirma que los cuidados eran mutuos, tanto por el servicio médico
que allí estaba como de las personas positivas al Covid-19. “Por lo general todos comprendían el complejo
escenario que vivimos y existía un respeto, aunque habían otros, los menos, que
no siempre eran esmerados con sus propias medidas de protección y eso también
lo tuvimos que afrontar con severidad”, comenta
Pero
si un factor es determinante para sobrellevar estas jornadas de rigor ese será
sin dudas la unidad del equipo de trabajo. En el caso de Corrales Morejón y los
demás compañeros, en su gran mayoría jóvenes, pudieron llagar a compenetrarse
al máximo para cumplir una tarea que califican como “un deber”.
“Nos ayudábamos unos a los otros y si
teníamos que levantarnos más médicos durante las guardias, lo hacíamos sin
reproches, porque fue así como nos enseñaron siempre en la carrera y es esa una
de las principales fortalezas del sistema de salud cubano, nuestro compañerismo”,
dice sin titubear en lo absoluto.
Una
situación única también vivió ese personal sanitario. El parto de dos mujeres
sospechosas de Covid-19 después de 70 años sin realizar este tipo de
operaciones en la instalación hospitalaria, fue un hecho inédito. Según la
propia Marlén, sería una de las cosas que más le marcó por la sensibilidad del
momento, a pesar de no estar vinculada directamente con el importante suceso.
Lo
cierto es que cada una de las vivencias personales y colectivas era sentida
como un logro indiscutible de todos. Cada vida salvada, afirma, “representó un triunfo para los que allí
estábamos y un aliciente extra para continuar este duro pero hermoso camino que
es la medicina”.
Muchas
historias como estas, cargadas de ternura y sacrificio quedan aún por contarse
de este difícil período. Sin embargo, la experiencia profesional de Marlén
Corrales Morejón bien pudiera ser la de tantos otros hombres y mujeres de batas
blancas cubanos que, ante lo adverso del momento, han sabido sobreponerse a la
situación para colmar de esperanzas a todo un pueblo.