1821 fue un año preñado de acontecimientos que dieron
un giro radical a la historia de América Latina, cuando ya Paraguay (1813), el
Río de la Plata (1816) y Chile (1818) habían conseguido sus respectivas
independencias. En Perú, baluarte del colonialismo español, 1821 comenzó con la
deposición del virrey Jacobo de la Pezuela por la alta oficialidad de su
ejército, que lo sustituyó el 29 de enero por el general José de la Serna. Cinco
meses después el flamante virrey se entrevistó en
Punchauca con el general José de San Martín, al frente del Ejército Libertador del
Perú, que desde fines del año
anterior ocupaba la costa norte, incluyendo la rica ciudad de Trujillo.
Después del fracaso de esa reunión, donde se valoró el establecimiento de una monarquía independiente en Perú–el trono se
ofrecía a los Borbones-, con el consentimiento de los españoles, las tropas
realistas se retiraron de Lima el 6 de julio de ese año hacia la fortaleza Real
Felipe de El Callao y el Cuzco. Ocupada
la capital peruana por los patriotas, San Martín proclamó en ceremonia pública
y solemne, ante la presencia del claustro de la Universidad de San Marcos de
Lima, las corporaciones religiosas, jefes militares, los oidores y
representantes de los pueblos originarios que “Desde este momento Perú es libre e independiente por la voluntad
general de los pueblos y por la justicia de su causa.” Unos días después, el 6 de agosto, el propio
San Martín asumió el gobierno como Protector
de la Libertad del Perú y luego envió una delegación a Europa en busca de
un monarca para el extinto Virreinato de Nueva Castilla.
Casi al mismo tiempo, en Nueva España, luego de la
proclamación del Plan de Iguala, al que nos referimos en nota anterior de Informe Fracto, Juan O´Donojú, recién llegado de España con
poderes equivalentes a virrey, y Agustín de Iturbide firmaban el Tratado de
Córdoba (24 de agosto), que establecía: “Esta América se reconocerá por
nación soberana e independiente y se llamará en lo sucesivo Imperio Mexicano”.
A continuación, las fuerzas realistas de la capital virreinal, encabezadas por
el mariscal español Francisco Novella, que habían depuesto hacia dos meses al
virrey Apodaca, se rindieron el 13 de septiembre al Ejército Trigarante.
Dos días después, el capitán general de Guatemala, Gabino Gaínza, ante las noticias de
estos acontecimientos y bajo la presión de manifestantes callejeros, organizados
por los criollos José Francisco Barrundia y Pedro Molina, promulgó también la separación
de España, en una declaración redactada por el hondureño José Cecilio del Valle.
El propio Gainza quedaba por el momento encargado del poder ejecutivo como Jefe Político Supremo de las Provincias del
Centro de América, esto es, Chiapas–que ya había proclamado su
propia emancipación-, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, lo que casi coincidió con la proclamación por
Iturbide del Acta de independencia del Imperio Mexicano (28 de septiembre).
El 28 de enero de ese turbulento año de 1821, los
habitantes de Maracaibo se levantaron en armas para incorporarse a la República
de Colombia, lo que de hecho puso fin al armisticio pactado con España a fines
del año anterior. Reanudada la contienda, el ejercito de Simón Bolívar derrotó
el 24 de junio a los realistas guiados por el marqués de La Torre –sustituto del mariscal Morillo, de regreso a España- en la batalla de
la sabana de Carabobo, que permitió al Libertador
entrar triunfante en Caracas cuatro días después. El 19 de agosto su
lugarteniente, el general Antonio José de Sucre, procedente de Guayaquil,
vencía a los realistas en Yaguachi, interpuestos en su camino para liberar
Quito, territorio considerado por la constitución de Cúcuta, aprobada el día 30
de ese mismo mes, junto con Venezuela y Nueva Granada, parte de Colombia.
El 24 de noviembre de 1821, el
ayuntamiento de la ciudad de Panamá, encabezado por el gobernador criollo
coronel José Fábrega, proclamó también la independencia y solicitó su
incorporación a Colombia, después de la partida hacia Quito del capitán general
español Juan de la Cruz, acompañado de numerosas tropas realistas. Una petición
similar formuló una semana después, para cerrar con broche de oro el decisivo
1821, un grupo de criollos dominicanos, liderados
por el segundo gobernador de la colonia, José Núñez de Cáceres y el coronel de
las milicias Pablo Alí, tras proclamar el Estado
Independiente de la Parte Española de Haití.