A la memoria de don Enrique Dzib
Danza ancestral circular de pueblo maya de Yucatán ejecutada en algunas comunidades para ofrecer tubérculos como agradecimiento a los dioses por las bondades de la tierra
En su expresión cultural más elemental, la danza
entre los pueblos nace como ritual de agradecimiento y júbilo a los dioses por
las bondades que de la tierra obtienen. Hasta el presente, en algunas localidades
del oriente yucateco, en el municipio de Valladolid, continúan practicando el
antiguo ceremonial de danzar motivados por el deseo de corresponder a la madre
tierra por sus bondades, desde su visión religiosa y cosmogónica.
En la comunidad de Kanxoc, el ritual del Xchook’, es una de las expresiones dancísticas que ejecutan para alabar y agradecer a sus dioses por los alimentos que obtuvieron durante el año. Con meses de anticipación las familias que asumen la responsabilidad de organizar la danza se preparan, identifican e invitan a los danzantes con la finalidad de que vayan alistando la vestimenta que portarán ese día y que es poco usual en la vida diaria.
Los insumos que se usan para llevar a cabo la danza
son los que la tierra provee durante el año: maíz, ñame, camote y la yuca son
los ingredientes alimenticios principales para dicho ritual, y son las familias
organizadoras las que se encargan de
ofrendarlas en día de la danza.
El espacio donde se lleva a cabo el rito del Xchook, por lo general es un terreno
abierto o solar de alguna de las viviendas del pueblo, aunque ocasiones se ha realizado
enfrente de la Iglesia de la comunidad, situada en el centro de la población a
pedimento de los feligreses, con anuencia del responsable de dicho templo.
Los danzantes son campesinos ataviados con vestimenta
femenina, con ipil o terno, rebozo y sandalias femeninas. Ese día el tunk’ul de la comunidad, percusión cuya
antigüedad aproximada es de un siglo, resguardado en el interior de la iglesia,
es sacado para ser toca con magistral dominio por don Enrique Dzib, uno de los
ancianos más respetados del pueblo, fallecido el 22 de noviembre del año en
curso.
De igual manera, una de las charangas del pueblo también
es invitada para amenizar el ambiente con su música jaranera, y llegado el
momento, el organizador principal anuncia que la danza va a comenzar. El
anciano músico se prepara, el eco del instrumento prehispánico se hace
escuchar, los danzantes salen de una casa de huano aledaña, hacen su aparición
en fila, algunos llevan el rostro cubierto con el rebozo, otros se encuentran
borrachos, entre sus manos u hombros llevan un leek con tubérculos cocidos dentro, otros llevan botellas de
alcohol y cigarros, otros más un recipiente plano con la cabeza de un cochino
cocinado en Píib. Los participantes
avanzan con movimientos corporales pausados y sueltos, casi libres. Podría pensarse
que son desplazamientos bruscos o desalineados, dado que la mayoría de los danzantes
se encuentran embriagados.
La danza continúa con movimientos radiales y los
campesinos vestidos de mujer adelantan motivados por la algarabía de los
presentes, gritos y aplausos los induce a moverse más. En determinado momento,
los danzantes se acercan a los presentes que se encuentran alrededor de ellos,
y con rápido movimiento intentan poner en la boca de alguno de ellos un pieza
de tubérculo, es posible que sea esa acción lo que origina el nombre de la
danza, porque Xchook’ literalmente significa
“achocar”, en tanto los que llevan aguardiente y cajetillas de cigarros
convidan a los adultos y jóvenes campesinos, y en pequeñas jícaras ofrecen
alcohol o en su caso cigarros, quizás como muestra de estar en armonía o
sintonía con todos los presente.
En la mesa hay más tubérculos y flores, el tunk’ul acrecienta su ritmo, los
bailarines lo siguen con más algarabía, sus movimientos aumentan, el aguardiente
se acaba y les dan otro, el esplendor llega cuando la mayoría están totalmente
borrachos y los presentes celebran con gritos de alegría y aplausos el ánimo de
los danzantes. El sonido del tunk’ul
disminuye, la tranquilidad regresa nuevamente, la pausa musical así lo indica, algunos
bailadores se sientan, otros regresan a la casa para cambiarse.
La charanga se alista, sabe que su participación está por
iniciar, y el silencio se rompe con el sonido del timbal. La alegría continua,
la mayoría de los invitados tiene en las manos un pedazo de yuca, ñame o camote
que degustan en tanto conversan o hacen comentarios de la danza. La comida
inicia, el organizador invita a los presentes para que se acerquen a la mesa
para disfrutar el banquete preparado, relleno negro o cochinita son los guisos
que he observado que se cocinan para este tipo de celebraciones.
En tanto los adultos disfrutan la comida servida, entre juegos y bromas, algunos niños imitan a los danzantes, quizás preparándose para ser los hombres que más adelante continúe con el ritual. Para terminar, señalo, como participante en dicho ritual, que la danza expuesta es y continuara siendo un ritual de agradecimiento a los dioses para honrar las bondades de la tierra que a través de los tiempos se ha encargado de nutrir a las familias del pueblo. Este júbilo se revela a través la repartición de los tubérculos que los danzantes ofrecen durante el ritual.
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He presentado aquí apenas un esbozo de una de las
expresiones culturales actuales que practica la comunidad de Kanxoc, un aspecto
de la vida maya del siglo XXI que propiamente contribuye al fortalecimiento de
la continuidad histórica del arte maya. Sirva estas líneas para honrar la
memoria de don Enrique Dzib, quien unos días antes de publicarse esta nota pasó
al abrazo eterno del Creador.