La noticia de que 2 los 4 candidatos
vacunales cubanos contra la pandemia del SARS-CoV-2
que azota a la humanidad, Soberana 02
y Abdala, ya entraron en su fase de
ensayos clínicos fase 3, ha
recorrido el mundo, pues el país está un paso más cerca de producir la primera
vacuna de América Latina contra el virus.
Unos 44 mil voluntarios en La Habana se han prestado para
ser sometidos a los últimos estudios sobre Soberana
02; mientras que en Santiago de Cuba y Guantánamo, en el oriente del país, Abdala probará su eficacia en unos 33
mil cubanos. Los científicos de la
Isla que trabajan en la obtención de la vacuna con
extraordinario rigor, cumplen los protocolos internacionales para esos tipos de
investigación, sin saltar paso alguno, y sus resultados se someten a una
entidad reguladora–que una vez que confirma las conclusiones- entonces da la
autorización para proseguir el trabajo.
“La
prisa no es buena para asuntos tan serios y delicados. Pues una vacuna no
debidamente estudiada y probada, puede no ser segura y, a la larga, es
perjudicial a la salud humana”, ha dicho un destacado científico cubano
relacionado con estos esfuerzos. Sin embargo, se trabaja con gran intensidad,
para no perder tiempo, y al mismo tiempo obtener un medicamento de alta
calidad, seguro y eficaz, que garantice inmunización y que paralelamente se
eviten efectos secundarios que afecten la vida de la persona.
El presidente cubano Miguel Díaz Canel ha calificado el hecho
como esperanzador, pero ha llamado a la ciudadanía a continuar respetando las
medidas de sanitarias establecidas para evitar el contagio. La experiencia ha
demostrado que cuando se relajan dichas medidas (nasobuco, limpieza frecuente
de las manos con jabón e hipoclorito, aislamiento físico, etc.), hay un
rebrote.
No hace mucho el boletín oficial de la Organización de las Naciones Unidas (Noticias ONU)
se refería muy elogiosamente al esfuerzo de Cuba por desarrollar vacunas contra
la pandemia del COVID-19 y decía: “Que la
isla caribeña esté por delante de muchos países desarrollados en la carrera por
encontrar una vacuna eficaz puede parecer sorprendente”. A la vez explicaba
que todo es resultado de la política de su gobierno de priorizar por décadas la
inversión y experiencia en sectores biotecnológico y farmacéutico. E insistía
el comentario que lejos de ser un éxito de la noche a la mañana, la capacidad
de Cuba para desarrollar una vacuna es el resultado de sistemáticos empeños en
desarrollar su industria biofarmaceútica y las investigaciones en ese campo de
punta.
Esta proyección de avanzada de Cuba,
que tuvo en Fidel Castro–ratificando
su extraordinaria visión como estadista-a su gran impulsor, ha implicado, como
es lógico, un fuerte programa de formación de personal científico y técnico,
que constituye hoy una vanguardia de la nación.
Si Soberana
02 y Abdala superan este último
paso clínico, no sólo sería posible que este año la población cubana en su
totalidad quede inmunizada, sino que al mismo tiempo, según fuentes oficiales,
se abre una relevante área de colaboración internacional, pues hay varios
países que ya han expresado interés en obtener el medicamento.
Mientras aumentan las disputas
internacionales sobre la distribución equitativa de vacuna, en medio de
acusaciones de que ciertos países ricos están acaparando los suministros, una
distribución exitosa de Soberana 02, Abdala y otros de esos medicamentos
cubanos podrían proporcionar un potencial salvavidas a países en desarrollo.
Hay que recordar que la Salud Pública cubana ha estado
priorizada desde 1959. Es una política consustancial al proceso revolucionario,
pero al mismo tiempo ha constituido una respuesta a las medidas de bloqueo de
Estados Unidos, que obstaculiza las importaciones, incluidos medicamentos y
equipamiento, por muchos años.
Esa política del Estado permitió crear
numerosos centros de investigación científica y potenciar una incipiente
industria biofarmacéutica nacional. Se invirtió en infraestructuras y en la
formación de personal altamente calificado. En este último proceso jugó un
papel destacado el Centro Nacional de
Investigaciones Científicas, fundado en 1965, donde se prepararon
investigadores e ingenieros.
La introducción de tecnología piloto
de avanzada para la producción de compuestos farmacéuticos creó condiciones
para la ampliación de la elaboración de medicamentos genéricos, donde trabajan
cientos de químicos e ingenieros cada vez más cualificados, una buena parte
mujeres. Hoy el grupo Empresarial cubano de Industrias
Biotecnológicas y Farmacéuticas, también conocido como BIOCUBAFARM, cuenta con más de 30 empresas e institutos de
fabricación que, en conjunto, producen más de la mitad de los medicamentos
esenciales del país, además de exportar a varios países. Entre esos centros de
investigación se encuentra el prestigioso Instituto
Finlay de Vacunas (IFV), a cuyos científicos se debe Soberana II, que rectorea los estudios sobre la eficacia de esa
vacuna, y que cuenta con una larga y exitosa experiencia en la investigación y
desarrollo de nuevos fármacos para distintas enfermedades. Y todo eso pese a
las limitaciones provocadas por las medidas de bloqueo de Estados Unidos.
El interés de Cuba por la salud, la
investigación médica y la ciencia, también le hizo ocupar una posición de
vanguardia en la ingeniería genética y la biotecnología. En l986 fue inaugurado
el Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnología con resultados sobresalientes en las últimas décadas en el
desarrollo de una serie de medicamentos y vacunas, especialmente en el
tratamiento de cáncer, enfermedades cardiovasculares, meningitis y hepatitis.
Una exitosa de estas vacunas, que constituyó un gran aporte a la salud en el
mundo, es la que combate la hepatitis B. Es el CIGB el creador de la vacuna Abdala.
Son muchos los logros de Cuba en lo
que respecta a nuevos e importantes medicamentos destinados a la salud humana,
como por ejemplo el anticuerpo monoclonal diseñado por el Centro de Inmunología Molecular (CIM) para tratar ciertos tipos
avanzados de cáncer.
El impulso de Cuba para desarrollar
personal científico calificado, construir una industria biofarmacéutica
integrada y respaldada por el Estado; ese alto nivel de integración en el
sector (estimulado directa y personalmente por los máximos dirigentes del
Gobierno cubano en estos meses de pandemia) y la trayectoria y experiencia en
el desarrollo de vacunas y otros medicamentos explica la capacidad técnica
actual de Cuba para afrontar y avanzar en las investigaciones (y la producción
a gran escala) de sus candidatos vacunales contra el COVID-19.