Las protestas estudiantiles
iniciadas en octubre pasado se han convertido en un poderoso movimiento social.
Los objetivos de las manifestaciones populares van al fondo de las estructuras
que sustentan el régimen social y político del país sudamericano. Decenas de
muertos, cientos de heridos, miles de encarcelados ya registra el estallido
social en Chile. Denuncian organizaciones de defensa de los derechos humanos
torturas y otras vejaciones sobre civiles por parte de los militares.
Pronostican un mes de marzo caliente en manifestaciones populares. Las
encuestas indican que el 70 % de la población quiere una nueva Constitución, que sustituya la de Pinochet.
Unas protestas estudiantiles que se
iniciaron el año pasado en Chile, en apariencia por el alza de las tarifas del
sistema público de transporte, fueron subiendo de tono durante meses y también
incrementando la participación de otros sectores de la sociedad civil, hasta
convertirse en un poderoso movimiento social cuyos objetivos, ahora quedan
claros, van al fondo de las estructuras que sustentan el régimen social y político de aquél país.
Para muchos analistas internacionales,
la población de aquella nación suramericana, por la vía de la movilización
popular, está a punto de producir un
cambio histórico: acabar con un sistema generado por la dictadura de Augusto
Pinochet, y que se extiende hasta nuestros días, y muy especialmente con la Constitución vigente,
elaborada por el General golpista y su
camarilla tras el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, electo
democráticamente.
Los estallidos sociales iniciaron el
domingo 6 de octubre del 2019 en la capital chilena, y se extendieron
rápidamente a otras ciudades como el Gran Valparaíso, Gran Concepción, Arica,
Antofagasta, Valdivia, Osorno, Puerto Montt, Punta Arenas, La Serena y otras. No ha
habido tregua desde entonces, a pesar de la represión desatada por parte de los
Carabineros, le enorme cantidad de víctimas que se ha registrado y los esfuerzos del Gobierno actual de
Sebastián Piñera por tratar de ganar tiempo, la decisión de decretar el estado
de emergencia y el toque de queda y
anunciar maniobras engañosas. Las concentraciones populares pronto empezaron a
mostrar el malestar de fondo que existe en el seno del pueblo chileno ante las
políticas neoliberales aplicadas en aquel país: el alto costo de la vida, las
bajas pensiones, los precios elevados de medicamentos y servicios de salud, el
descrédito de la clase política y de las instituciones acumulado, incluyendo el
rechazo a la Constitución pinochetista.
Según informaciones de diferentes
organizaciones nacionales e internacionales de defensa de los Derechos Humanos,
la violenta represión desatada contra estas manifestaciones populares ha
costado ya la muerte a decenas de
chilenos y cerca de 4 mil civiles hospitalizados, incluyendo niños y mujeres, y
más de 9 mil detenidos. Las mismas fuentes han denunciado también muchos casos
de torturas y otras vejaciones por parte
de las Fuerzas Armadas chilenas.
Ante la pujanza y masividad de las protestas el Gobierno conservador de
Piñera se vio obligado a acordar la convocatoria a un plebiscito nacional en el
próximo mes de abril para definir si se redactará una nueva Constitución
Política y qué mecanismo será utilizado. Para muchos se trata de una medida
destinada a ganar tiempo, pero las manifestaciones no se han detenido.
Las noticias recientes indican que en
ocasión del famoso Festival de Viña del Mar se calentó el ambiente. y confirmó
la sensación generalizada: que la tensión en torno a las demandas sociales y el
plebiscito del 26 de abril -que definirá si se reforma la Constitución- se
intensificará en las próximas semanas. El evento, que cuenta con un poderoso
arraigo social entre los chilenos, estuvo en el centro de la polémica en los
meses previos a su realización. Tras las suspensiones de la APEC, la COP 25 y la final de la Copa Libertadores,
el certamen enfrentó varias peticiones para su cancelación y amenazas de
boicot.
Así, y en el primer día del festival, la ciudad costera
fue centro de violentos incidentes y de varios enfrentamientos entre
manifestantes y carabineros. Los huéspedes del Hotel O’Higgins tuvieron que ser
evacuados. Los manifestantes gritaban la consigna “Calles con sangre, Viña
sin festival”.Los disturbios encontraron rápido eco en las autoridades y
el presidente Sebastián Piñera realizó un llamado a recuperar el orden. Con
todo, para los próximos días se esperan nuevas protestas y manifestaciones a lo
largo del país.
El domingo 8 de marzo se espera la mayor movilización de
los últimos meses en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Y para el día 11,
en tanto, ya se han anunciado protestas en medio del segundo aniversario del
comienzo del segundo mandato
gubernamental de de Piñera.
Para la mayoría de
los analistas el escenario del mes de marzo tendrá como base la crisis de
legitimidad de todas las instituciones del país y, por defecto, la incapacidad
de procesar las demandas sociales en tiempo y forma. Y está claro que la figura
presidencial, que posee apenas un 6% de aprobación, no será la llamada a
arbitrar las diferencias.
Los sondeos previos al plebiscito de abril le dan amplio
favoritismo a la opción de aprobar la elaboración de una nueva Constitución,
con un 70% de las preferencias. En el caso de que la mayoría apoye esa opción,
se iniciará un proceso para la elección de los constituyentes en octubre
próximo y un año más tarde los constituyentes someterán a la ciudadanía la
aprobación del nuevo texto constitucional.
El académico Gabriel Gaspar, analista internacional, de
larga trayectoria política, quien tuvo
que exiliarse en México después del golpe de estado contra Allende, hizo unas
declaraciones que resumen el actual sentimiento de la mayoría del pueblo de
Chile: “Los chilenos enfrentaremos un
momento decisivo de nuestra vida republicana. Un momento necesario para que a
nadie le quede dudas de que la mayoría nacional está molesta y disconforme con
muchos aspectos de su vida cotidiana. La demanda por más derechos sociales, por
una redistribución justa del fruto del crecimiento, el reclamo por la mochila
del endeudamiento, son muchos aspectos que conforman la base del malestar. Todo
eso se une a una desconfianza con las elites“.
Hay que seguir de cerca los sucesos en Chile porque, a
todas luces, las movilizaciones populares están destinadas a producir un cambio
histórico en aquel país.