El peligro de la violencia en torno al acto de
investidura del nuevo presidente Joe Biden,
ganador en las elecciones de noviembre último, sigue dominando el
ambiente social y político norteamericano, al mismo tiempo golpeado por las
divisiones internas, la elevación del clímax racista y el ascenso de las cifras
de contagiados y muertos por la pandemia del COVID-19.
Por primera vez en años, el mando militar del ejército
de ese país se ha visto obligado a hacer una declaración pública, que es
claramente una advertencia a los grupos violentos, en la que expresa que
cualquier acción que vaya contra el proceso constitucional no sólo atenta contra
las tradiciones de ese país, sino que “también
va en contra de la Ley”.
La declaración que está firmada por los siete
generales y el almirante que integran el Estado Mayor Conjunto del ejército de
Estados Unidos, es considerada por la mayoría de los analistas como un hecho
trascendental y casi sin precedentes, porque ese cuerpo armado siempre ha
actuado sin inmiscuirse en la política interna. Y precisamente por eso da una
idea de la tensión que vive la sociedad norteamericana.
Para diferentes observadores internacionales y
locales, la Declaración
de los jefes militares expresa el carácter excepcional de este momento, dada la
necesidad de recordar algo que forma parte de la Constitución de
Estados Unidos. “El
derecho a la libertad de expresión y de reunión no dan a nadie el derecho de
recurrir a la violencia, la sedición y la insurrección“, dice
tajantemente la circular.
Según esos medios, el documento va dirigido no sólo
a la tropa y al público en general, sino a advertir a los grupos violentos
simpatizantes de Donad Trump, y al propio presidente saliente que ahora
enfrente un juicio político en el Congreso por “incitación a la insurrección”.
La posición del Estado Mayor Conjunto en nombre del
ejército concuerda con quienes, como Informe
Fracto, han venido señalando que los grupos de poder tradicionales en
los Estados Unidos van a tratar de impedir a toda costa nuevos hechos que sigan
deteriorando el sistema norteamericano, más de lo que está ya. Y ratifica que
el magnate inmobiliario claramente no calculó debidamente sus acciones, lo que,
como hemos dicho antes, le puede costar muy caro para sus aspiraciones futuras
en política.
De
acuerdo con la BBC News, cadena
británica que viene siguiendo al detalle estos sucesos, el Pentágono está
trabajando junto al FBI para ver si hay miembros en activo del Ejército entre
los asaltantes del Capitolio, y también para saber si alguno de los miles de efectivos
de la Guardia
Nacional que reforzarán la toma de posesión de Biden el día
20 requiere una mayor investigación. “Hay
que asegurarse de que no haya gente ahí fuera que quiera derrocar a nuestro
gobierno“, dice el mayor general retirado Dana Pittard.
Por
otro lado nuevas noticias relacionadas con el asalto al Capitolio el pasado día
6 de enero, donde murieron 5 personas y se registraron varios heridos, además
de actos vandálicos en las oficinas del Congreso, dan cuenta que en las
investigaciones relacionadas con ese hecho (que han provocado ya muchas
detenciones), es probable que indiquen que algunos congresistas republicanos
estaban vinculados a esos sucesos y también, quizás, algunos miembros de la
seguridad interna.
Figuras
de la política norteamericana, como la analista de inteligencia Fiona Hill,
quien ha trabajado para tres administraciones norteamericanas, incluyendo la de
Trump, ha asegurado que lo que ha sucedido en el Capitolio es el resultado “de un golpe en cámara lenta”.
Dijo
que el asalto a la sede del Congreso, técnicamente hablando, fue parte de un
autogolpe, para que Trump se mantuviera en el poder. Y para argumentar ese
planteamiento la Sra. Hill,
señaló que si se revisan todos los elementos que se requieren para un autogolpe
de Estado, que se han manifestado a lo largo del proceso de impugnación por
parte del Jefe de la Casa Blanca
a los resultados electorales, incluyendo el levantamiento popular de los
simpatizantes del mandatario, se pueden ir encontrando esos elementos.
Concluyó
que Donald Trump desarrolló, socializó y fomentó una “gran mentira” y con su manipulación fabricó una crisis institucional
y enemigos como el movimiento antifa, el Black Lives Matter y
hasta a los medios de comunicación y sectores liberales y que el propósito de generar un autogolpe,
estaba a la vista.