Se trataba de la última
sesión. Corría el 23 de mayo de 1926 –hace exactamente 94 años- y se le había
encargado al poeta la responsabilidad de conducir la Asamblea. Aquel domingo los
debates prosiguieron con la misma intensidad que en los días anteriores.
En efecto, los discursos,
las propuestas, la contraposición de ideas llenos de pasión y entusiasmo que
fueron evidenciadas desde las primeras jornadas de esta Asamblea, iniciada el
domingo 16 de mayo con horarios intensos de trabajo, no habían desaparecido.
Los 59 delegados de todo
el país llegados en medio de múltiples sacrificios, se habían congregado en
aquella semana de mayo en el salón principal del municipio quiteño a fin de
fundar un nuevo partido político que respondiera a los intereses de los más
amplios sectores del Ecuador.
La inacabada revolución liberal-radical
y alfarista, la influencia de la revolución mexicana y los acaecimientos de
1917 en la URSS que impactaron al mundo, así como el martirologio de los
trabajadores y del pueblo acaecido el 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil, se
constituyeron en los antecedentes más próximos para que se reuniera el Congreso,
al que me refiero en líneas precedentes.
Otra causa próxima a la
realidad descrita, fue el fraude electoral de 1924 que había propiciado el
entonces Presidente José Luís Tamayo–vinculado al liberalismo plutocrático-a
favor de su coideario Gonzalo Córdova, lo cual, a contrapelo, significó la
derrota electoral del Coronel Juan Manuel Lasso–el mismo que tuvo importante
apoyo de sectores populares-y a quien el poeta de esta narración apoyó entusiastamente
desde la dirección del diario “Humanidad”.
Todos estos factores
históricos enumerados, entonces, fueron constituyéndose en los prolegómenos
para que se reuniera en Quito aquella Asamblea de 1926.
La sesión vespertina del
23 de mayo de 1926 tenía por objeto aprobar los documentos fundamentales del
naciente partido político y de nombrar a sus dirigentes. No obstante, a esas
mismas horas, grupos de liberales y conservadores habían concurrido al
municipio de la ciudad para insultar y provocar a los delegados a la Asamblea
constitutiva del socialismo ecuatoriano.
El poeta, frente a tal
circunstancia, suspendió la sesión y, como el mismo lo refirió, “invitó a los
concurrentes” a desalojar a las barras contrarias a la Asamblea. Ese día el
poeta Jorge Carrera Andrade perdió la compostura.
Carrera Andrade fue
designado por la Asamblea como el primer secretario general de los socialistas.
Sus renglones cortos no dejarían de ser producidos a causa de esta nueva
responsabilidad que abrió una página de ilusiones y esperanzas entre los
ecuatorianos.
Aquel 23 de mayo el poeta se abrevó en su pueblo para mirar al cielo. Diría entonces: “toque final de la hora de la espada/ primer minuto de la nueva hora. / Cien mil puños construyen con la azada/ la montaña de trigo de la aurora”.
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