El 23 de enero de 1958 cayó en Venezuela la tiranía
de Marcos Pérez Jiménez, una de las aborrecidas dictaduras latinoamericanas
aupadas en los años cincuenta por Estados Unidos, en el contexto de la “guerra
fría”, y que el escritor dominicano Juan Bosch incluyera en su libro, Poker de espanto en el Caribe, junto a
las de Trujillo, Somoza y Batista.
El ascenso de este militar venezolano comenzó cuando se
involucró en 1944 en la conspiración cívico-militar contra el gobierno de
Isaías Medina Angarita, quien había realizado una apertura política y dictado
leyes progresistas sobre hidrocarburos y tierras, que le provocaron la
hostilidad estadounidense y de la elite criolla. Derrocado Medina Angarita en 1945, el
Mayor Pérez Jiménez estuvo en la
Junta Militar que le sucedió en el poder y de 1948 a 1952 se encargó del
Ministerio de Defensa. En el ínterin,
fue uno de los protagonistas del golpe de estado de noviembre de 1948
contra el presidente Rómulo Gallegos e integró otra vez una Junta Militar,
ahora presidida por el Coronel Carlos Delgado Chalbaud, que abrió una década de
regímenes castrenses caracterizados por la represión, el fraude y la corrupción.
El extraño
asesinato, el 13 de noviembre de 1950, de Delgado Chalbaud, eliminó el
último obstáculo que separaba a Pérez
Jiménez del control total del país. Dos años después,
se declaró triunfador en unos amañados comicios presidenciales que obligó a los opositores a exiliarse. El 19 abril de 1953 una Asamblea Constituyente lo juramentó
como primer mandatario de la República de Venezuela, pues la nueva carta
magna centralista había eliminado el nombre de Estados Unidos de Venezuela, que
llevaba desde 1864, cuando se estableció el régimen federal.
La dictadura de Pérez Jiménez se
benefició del extraordinario aumento de los ingresos como resultado del boom petrolero, duplicados entre 1953 y
1957, cuando llegó a representar el 71% del ingreso
nacional. Estos enormes recursos fueron destinadas a fortalecer el aparato
militar, así como al desarrollo de la infraestructura y obras sociales, como
parte del proclamado Nuevo Ideal Nacional,
dirigido a modernizar el país con edificaciones monumentales y modernas
autopistas.
A pesar del espectacular auge económico y
constructivo, se agudizaron las diferencias sociales y la pobreza de la mayoría
de la población –incrementada por la entrada masiva de inmigrantes y la
proletarización del campesinado-, lo que unido a la despiadada persecución a la
oposición alentó el descontento, sobre todo después que Pérez Jiménez,
ascendido sucesivamente a General de Brigada (1955) y de División (1957), intentara
extender su mandato hasta 1963 mediante el manipulado plebiscito del 15
diciembre de 1957.
A los pocos días, los estudiantes universitarios se lanzaron a
las calles en airadas protestas, duramente castigados por los cuerpos policiales,
mientras las organizaciones clandestinas vertebraban en contra de la dictadura
una Junta Patriótica, que incluía al Parido Comunista. Aunque el inesperado
alzamiento liderado por el Coronel Hugo Trejo en Maracay fracasó el 1 de enero
de 1958, el apoyo militar al régimen se debilitó. Finalmente, el 21 y 22 de ese
mismo mes se produjeron impresionantes manifestaciones populares, procedentes
sobre todo de los barrios humildes de los cerros de Caracas, y se declaró una
huelga general. En la madrugada del día 23, mientras los militares rebeldes
tomaban el Palacio de Miraflores, así como las emisoras de radio y televisión,
Pérez Jiménez huía del país en avión con toda su familia.
Un papel especial en estos acontecimientos le cupo al Contraalmirante Wolfgang Larrazábal, a la sazón jefe de la Marina, quien quedó al frente del gobierno provisional, convertido pronto en un carismático líder popular. A ello contribuyó qué, durante su breve mandato, consiguió reducir el desempleo, aumentar sustancialmente los ingresos del Estado, legalizar los partidos disueltos por la dictadura, promover el regreso de los exiliados, intervenir las propiedades de Pérez Jiménez y democratizar el sistema electoral. También Larrazábal sobresalió por su respaldo a los revolucionarios cubanos encabezados por Fidel Castro, facilitando sus campañas públicas en Venezuela e incluso el envío de recursos y armas, como el avión bimotor C-46 que llegó el 8 de diciembre de 1958 a la propia Sierra Maestra. Ello explica que el 23 de enero de 1959, en el primer aniversario de la caída de Pérez Jiménez, Fidel Castro visitara Caracas para agradecer el respaldo venezolano a la Revolución Cubana, ocasión en que recibió un apoteósico recibimiento popular, solo comparable al que se había producido quince días antes en su entrada triunfal en La Habana.
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